domingo, 3 de julio de 2011

CELEBRANDO EL QUINTO CUMPLEAÑOS CON LAS FUENTES CLÁSICAS


Parece que fue ayer, pero hoy, 3 de julio de 2011 el blog cumple un lustro de existencia.

Ya son cinco los años que DE RE COQUINARIA está en funcionamiento.

Son muchos los amigos que se han ido incorporando a lo largo de los años a este blog. Es un verdadero honor contar con personas que sienten interés por el mundo clásico y su legado.

Así pues, muchas gracias por estar ahí y por vuestros amables comentarios, sin vosotros no sería posible....

Gratias maximas!

¿Qué os parece si celebramos este quinquenio leyendo las extrañas costumbres culinarias del emperador Marco Aurelio Antonino Augusto, más conocido como Heliogábalo, Hª Augusta, 17.

Sabemos que pasó a la historia por sus excentricidades de las que hablaremos a continuación.

Tenía una gran inclinación por el mundo culinario. Exquisitos manjares presentados en ambientes especiales en comedores adornados lujosamente.

UN ESCENARIO ESPECIAL

En verano le gustaba ofrecer festines en los que engalanaba los lechos de diferentes colores, de manera que celebraba el día verde, el verdemar, el azulado, etc. cada día del verano de un color.

Para que el ambiente fuera perfecto sabemos que tenía por costumbre cubrir de rosas y violetas los triclinios, que eran de artesonado giratorio y de plata maciza, los lechos y los pórticos, hasta tal punto que algunos de sus invitados murieron asfixiados al no poder salir al exterior.

Alma Tadema plasmó en su cuadro titulado Las rosas de Heliogábalo, esta idea que hemos comentado.

No le gustaba sentarse sobre lechos que no tuvieran pelo de liebre o plumas de perdiz, pero sólo las plumas de debajo de las alas. A su vez solicitaba que le cambiaran con frecuencia los colchones.

Se cree que fue el primero que introdujo la costumbre de emplear el triclinio llamado sigma de forma circular. Su excentricidad llegó a tal extremo que se hizo instalar un triclinio en el anfiteatro para ver, mientras comía, los combates.

Sabemos que no siempre las fiestas eran en su palacio, pues realizó un banquete con las siguientes características: en la casa de cada amigo se preparaba un plato y recorrían todas las casas para comérselos.

UN MENÚ DIFERENTE

En este ambiente rodeado de rosas y violetas invitaba a banquetes a sus amigos en los que comían con mucha frecuencia, a imitación de Apicio, pezuñas de camellos, crestas de pollos recién cortadas y lenguas de pavo y de ruiseñor, porque decían que quien comiera estos manjares se vería libre de la peste.

Consumía siempre los peces con condimentos azulados, como si se hubieran cocido en agua de mar conservando su color natural.

Otros alimentos servidos en sus fiestas privadas eran las barbas de salmonetes tan descomunales que presentaba en platos y vasijas de cocer habas completamente llenos.

En una sola comida hizo servir las cabezas de seiscientos avestruces para que se comieran los sesos. Otra “manía” que tuvo fue comer en un día solo un tipo de alimento como faisán, otro día solo pollo o peces o carne de cerdo o avestruces o frutas o dulces o lacticinios.

O servir durante diez días seguidos treinta tetinas de jabalinas con sus matrices, guisantes con piezas de oro, lentejas con ceraunias, habas con trozos de ámbar y arroz con perlas blancas. También las setas y los pescados los rociaba con perlas blancas en lugar de pimienta. Esas piedras preciosas también las mezclaba con frutas y flores.

Evidentemente estos banquetes tenían un coste elevado, de manera que se cree que nunca comía por menos de cien sestercios. Sobrepasó en sus comidas a Vitelio y Apicio. Le gustaba que afirmaran que los manjares que servía a su mesa eran muy caros, pues así respondía que éstos no eran más que un aperitivo.

A su servicio tuvo confiteros y lecheros tan hábiles que imitaban con dulces o leche diferentes alimentos que representaban sus cocineros, maestresalas y fruteros.

No obstante no fue tan espléndido con todos sus invitados, pues a los parásitos les servía el segundo plato que a veces era de cera, madera, vidrio, mármol o piedra, con el fin de que pudieran contemplar lo que él comía. E incluso engalanaba sus mesas con manteles bordados con imágenes de comida, dando la impresión que les servía todo tipo de manjares aunque ellos se murieran de hambre.

También sabemos que al personal de la corte le ofreció tarteras repletas de entrañas de barbos, sesos de flamenco, de huevos de perdiz, de sesos de tordos y de cabezas de loros, de faisanes y de pavos.

Destacar su vocación de inventor de nuevos platos y salsas, así fue el primero en servir garum mezclado con agua que hasta entonces era una comida militar. También fue el primero que hizo morcillas de pescado, de ostras normales, de ostras lisas y de otras conchas similares, de langosta, cangrejos y esquillas.

A su vez, inventó el vino aromatizado con almaciga y con poleo. Al vino rosado lo volvió más oloroso añadiéndole trozos de piñas.

Pero esa vocación de inventor la exigía también a sus invitados requiriéndoles que inventaran nuevas salsas para condimentar los manjares, para ello proponía un concurso con premios como un vestido de seda, si eran de su gusto. Si no les castigaba a comer de ellas todos los días hasta que inventaran otras que le agradaran.

OTRAS CURIOSIDADES

Como hemos leído a sus invitados les agasajaba con platos “especiales” por calificarlos de alguna manera, pero lo más sorprendente es cómo alimentaba a sus animales, por ejemplo a sus perros con trozos de hígado de ganso, a sus caballos con uvas de Apamena y a sus leones con loros y faisanes.

Sus banquetes siempre finalizaban con regalos (apophoreta) para sus convidados. Los presentes eran muy curiosos, por ejemplo, sus copas e utensilios de plata, unos eunucos, unas cuadrigas, unos mulos, literas, carruajes, mil áureos y cien libras de plata

También tenía la extravagancia de escribir sobre las cucharas unas suertes tan magníficas que uno salía de ellos con “diez camellos”, otro con “diez moscas”, aquél con “diez libras de oro”, éste con “diez libras de plomo”, otro con “diez avestruces” y otro con”diez huevos de gallina”, de tal manera que constituían unos auténticos sorteos que servían para descubrir el sino de cada comensal.

Quizás una de cosas más raras que llevó a cabo fue invitar a comer a ocho hombres calvos, a ocho tuertos, a ocho gotosos, a ocho sordos, a ocho negros, a ocho individuos espigados o a ocho obesos con el fin de suscitar la risa general, puesto que tales comensales no cabían en un solo lecho.

Con estas locuras tan poco justificables nos despedimos.

Feliz verano a todos, descansad y nos vemos en septiembre

Plurimam salutem!!