domingo, 19 de noviembre de 2023

PIRA. CLASIFICACIÓN

 


Al igual que hoy en día son muchas las variedades de peras que podemos encontrar en el mercado. Todas ellas se diferencian por su procedencia, calibre, sabor, olor, color, forma,…esta clasificación también la encontramos en la antigüedad. Así pues, veamos qué nos cuentan los autores clásicos sobre esta exquisita fruta que ya aparece citada por Homero en la Odisea, VII, 112 y ss:Por de fuera del patio se extiende un gran huerto, cercadas en redor por un fuerte vallado sus cuatro fanegas; unos árboles crecen allá corpulentos, frondosos: hay perales, granados, manzanos de espléndidas pomas; hay higueras que dan higos dulces, cuajados, y olivos. En sus ramas jamás falta el fruto ni llega a extinguirse, que es perenne en verano e invierno; y al soplo continuo del poniente germinan los unos, maduran los otros: a la poma sucede la poma, la pera a la pera, el racimo se deja un racimo y el higo otro higo”

 Odisea, XI, 588 y ss:Corpulentos frutales sus ramas tendíanle a la frente con espléndidos frutos, perales, granados, manzanos,  bien cuajados olivos, higueras con higos sabrosos”

 Odisea, XXIV, 232 y ss: Una vez que lo vio el divinal pacientísimo Ulises de vejez consumido y tomado de pena, ocultóse bajo espeso peral y dejó que fluyese su llanto” […]   No hay en ti, buen anciano, ignorancia de cómo se cuida tal plantío, mas bien la labranza conoces de todo,  del arbusto, la higuera, la vid, el peral, el olivo, las legumbres, y así nada está descuidado en tu huerto […] Pero voy además a contarte los árboles todos que me diste una vez de esta huerta florida. Yo, aún niño, caminaba contigo por ella, te hacía mil preguntas, l tú mostrabas las plantas y me ibas diciendo sus nombres;  diez manzanos y trece perales me diste, de higueras hasta cuatro decenas”

 TIPOS DE PERAS

 Con la lectura de las fuentes clásicas descubriremos la gran variedad de perales que eran conocidos y clasificados según su procedencia, si eran silvestres o no, la forma de sus frutos, su calibre, su dulzor, etc.

 Ateneo VI 113 e menciona las peras silvestres: “…manzanas, frutos de cornejo, granadas, serpol, adormidera, peras silvestres”

 Ateneo, II, 55 a vuelve a citar a la pera silvestre: “Las partes y el conjunto de nuestra subsistencia son: haba, altramuz, verdura, rábano, algarroba, arveja, bellota, nazareno, cigarra, garbanzo, pera silvestre”

 Ateneo III 82 d al comparar las manzanas con las peras, comenta que fueron descubiertas por Dioniso:Neoptólemo de Parió, en su Dionisiada, cuenta también él que las manzanas, lo mismo que las restantes frutas, fueron descubiertas por Dioniso. «Se llama epimëli — dice Pánfilo— a una clase de peras»

 Macrobio, Saturnales 19 en su capítulo dedicado a las frutas nos presenta un gran número de denominaciones: “[6] Estas peras que vemos se las clasifica con una gran variedad de nombres. En efecto, el propio Cloacio enumera sus denominaciones: “Aniciana, calabazosa, cirrita, cervisca, grumosa, crustumina, decimana, griega, loliana, lanuvina, laurea, lateresiana, aromática, milesia, mirtia, neviana, redonda, preciana, cobriza, signina, tuliana, ticiana, de tomillo, turraniana, temprana, volema, nespla tardía, sementiva tardía, sextiliana tardía, tarentina tardía, valeriana tardía”

 También Columela, Los doce libros de la agricultura, X nos enumera los tipos de peras y la forma de conservarlas: “Las peras de Dolabela, las de Palombara, las Reales, las de Venus que son muy coloradas las Grandes, las de Nevio, las Latericianas, las Decumanas, las de olor de laurel, las Mosqueruelas, así que las hayas cogido sin madurar, pero no muy verdes, míralas con atención si están sanas, sin defecto y sin gusanos: enseguida acomódalas en una olla de barro dada de pez, que llenarás de vino de pasas o de mosto cocido hasta quedar en la mitad, de suerte que toda la fruta esté sumergida, y después ponle una cobertera que cogerás con yeso”

 Catón, De agricultura, indica los tipos de peras existentes: Peras grandes, peras anicianas, peras de sementera (éstas serán buenas conservadas en arrope), peras de Tarento, peras dulces, peras calabaciles e igualmente tantas otras variedades como sea posible […] La serba, conservarla en arrope o dejarla secarse; debes enjugarla. Con las peras haz lo mismo”

 Plinio, HN, XV, 11, 2 nos presenta el nombre de una pera basado en su calibre: “Incluso hay también unas peras llamadas «de libra» que indican con su nombre la magnitud de su peso”



 De nuevo Plinio, HN, XV, 15 enumera los tipos de peras por su tamaño, sabor, procedencia, forma y color: “Esa misma causa lleva a valorar una clase de peras con el sobrenombre de «soberbias» —son éstas pequeñas, pero clases de peras muy tempranas—. Ahora bien, las más sabrosas de todas son las crustumias y las siguientes, las falernas, por su licor, porque están llenas de un jugo así de intenso —se conoce con el nombre de «leche»— y, entre ellas, hay unas de color negro que son un don de Siria. Las demás se llaman de diferente manera según los distintos lugares, si bien por sus nombres declaradamente romanos honraron a sus respectivos inventores las decimianas —y de ahí deriva la clase que denominan pseudodecimiana—·, las dolabelianas, de pedículo muy largo, las pomponianas, de apodo «tetudas», las licerianas, las sevianas, así como las turranianas que proceden de ellas y se distinguen por la longitud de su pedículo, las favonianas, rojas y un poco más grandes que las «soberbias», las laterianas, las anicianas, posotoñales y ricas por su sabor ligeramente ácido. Se llaman tiberianas las que más le gustaban al emperador Tiberio; éstas colorean más con el sol y ganan tamaño; de no ser así serían las mismas que las licerianas. Llevan el nombre de su patrialas amerinas, las más tardías de todas, las picentinas, las numantinas, las alejandrinas, las númidas, las griegas y, junto a ellas, las tarentinas y las signinas, a las que otros dan el nombre de testáceos por su color, lo mismo que a las onicinas y a las rojas; reciben el nombre por su olor las mirapias, las láureas y las nardinas; por la época, las «de la cebada» y, por el cuello, las ampuláceas y, asimismo, las coriolanas y las bruñas; las calabaciles, por su parentesco correspondiente y las acidillas, por su jugo. Es incierto el motivo de denominaciones como las barbáricas, las «de Venus», que llaman «coloradas», las «reinas», que se llaman sésiles por su pedículo minúsculo, las «patricias», las vocimas, verdes y alargadas. Además, Virgilio añadió las volemas, tomándolas de Catón, que, a su vez, menciona las sementivas y las músteas”

 También Ateneo I 27 f nos indica Eubea como una procedencia: Luego, de Eubea, peras y gruesas manzanas"

 Plinio, HN, XV, 17 nos hace una explicación muy interesante sobre su forma, su cultivo, su conservación y beneficios:Las peras tienen figura más bien cónica. Entre ellas, cuelgan en el árbol madre hasta el invierno las tardías, que maduran con la helada, a saber: las griegas, las ampuláceas y las láureas, lo mismo que, entre las manzanas, las amerinas y las escaudianas. Ahora bien, las peras se conservan como las uvas y con las mismas fórmulas, y ningún otro fruto más se guarda en orzas, salvo las ciruelas. Las peras tienen, entre todas las frutas, las mismas propiedades que el vino, y los médicos se las prohíben exactamente igual a los enfermos. Se cuecen con agua y vino, y entonces cumplen la función de un plato, cosa que no hacen las demás frutas, salvo el membrillo y el estrucio”

 Dioscórides, 1, 116 también nos describe las clases de peras y propiedades: De la pera hay muchas especies. Todas astringen, por lo que van bien para los emplastos que frenan los flujos. La decocción de las secas y ellas por sí mismas, tomadas crudas, estriñen el vientre. Comidas en ayunas hacen daño. Lakhrás es una especie de pera silvestre que madura lentamente. Posee virtud más astringente que la pera, por lo que viene bien para lo mismo que aquélla. Sus hojas son también astringentes. La ceniza del tronco del peral presta ayuda eficazmente a los que se ahogan por efecto de los hongos. Algunos dicen que si se cuecen las peras silvestres con hongos, éstos se vuelven inocuos.”

 Por lo que hace a su flor, Ateneo, II, 50 c compara la flor de la cereza con la del peral: “Tiene una hoja semejante a la del níspero, pero rígida y más ancha; la corteza es parecida a la del tilo, y la flor es blanca,  similar a la del peral y la del níspero, reunida en pequeños grupos de flores, de aspecto ceroso”

 En otras entradas hablaremos de aspectos curiosos de las peras.

Plurimam salutem!

domingo, 5 de noviembre de 2023

CECINA


Uno de los grandes problemas a lo largo de la historia es la conservación de los alimentos.

En esta ocasión nos vamos a centrar en cómo se secaba la carne para poder ser conservada y transportada para ser consumida en cualquier momento por soldados, viajeros, ganaderos, cazadores, etc. A su vez, consistía en un alimento con un valor proteico y nutricional alto.

Hoy en día continuamos desecando la carne, de todos es bien conocida nuestra famosa cecina.

Encontramos en dos autores clásicos la forma de llevarla a cabo. Acudamos a ellos para descubrir cómo se realizaba.

En primer lugar, destacar que la climatología es primordial para su elaboración,  es importante un clima seco y frío para poder prepararla con mayor éxito.

La primera mención que encontramos a este método de conservación nos la ha transmitido Ateneo, III, 96 b aunque no es muy explícito en su elaboración y se refiere a unas manos de cerdo. La cita dice: “Antifanes, en El parasito [PCG II, ir. 183]: A— Manos de cerdo curadas”

 El autor que explica con más detalle el proceso de fabricación es Columela, en su libro Res rustica, XI, LIII. 

Nos llama la atención que no difiere mucho del método de elaboración actual, en el que la sal, el frío y el fuego son los tres elementos que entran en acción. 

Columela dice lo siguiente: 

“Dos modos de salar y conservar la cecina de cerdo. Hasta aquí hemos hablado bastante del aceite, pasemos ahora a objetos de menos entidad. Conviene no dejar beber a animal alguno el día antes de matarlo, y sobre todo al cerdo, para que su carne esté más seca: pues si bebiere estará más húmeda la cecina. Por consiguiente, después de haberlo matado cuando tenga sed, lo deshuesarás bien: pues esto hace la cecina menos defectuosa y más durable. En seguida, así que lo hayas deshuesado lo salarás con cuidado con sal tostada, y no muy menuda, sino quebrantada con la muela suspendida y sobre todo se echará más sal en aquellas partes en que se han dejado los huesos, y después de haber colocado encima del sobrado las badanas o pedazos, se les cargarán pesos considerables para hacer echar fuera la sanguaza. A los tres días quitarás los pesos y frotarás exactamente con la mano la carne o tocino salado; y cuando quieras volverlo a poner en el mismo sitio, lo polvorearás antes con sal molida y menuda, y no dejarás pasar un día sin frotarlo hasta que esté en su punto. Y si el tiempo fuere sereno durante aquellos días en que se frota la carne, se la dejará en la sal nueve días; pero si fuere nebuloso o de lluvias, convendrá llevar la carne salada a la laguna a los once o doce días, sacudirle la sal antes, en seguida lavarla con cuidado, de suerte que en ninguna parte quede sal pegada, y después de haberla secado un poco, colgarla en la despensa de un garabato, donde llegue algún humo que acabe de secar la humedad que pueda quedarle. Esta salazón podrá hacerse cómodamente en la menguante de la luna, principalmente en el solsticio de invierno, pero aun también en el mes de Febrero”



Columela nos comenta cómo hacer esta cecina en lugares donde la climatología es más cálida o en otra estación que no sea el invierno:

 “Hay también otro modo de salar el tocino que se puede usar, aunque sea en los países cálidos, en cualquier tiempo del año, y es como se sigue. Después de no haber dejado a los cerdos que beban un día, se matan al siguiente, y se pelan con agua caliente, o a la llama de leña menuda (pues de ambos modos se les quitan las cerdas), se parte el tocino en pedazos de a libra, después se pone en una tinajilla una capa de sal tostada, pero quebrantada ligeramente, como hemos dicho arriba: en seguida se colocan los pedacitos de carne apretados unos con otros, y se les echa sal, de suerte que se hagan capas alternativas de ésta y de aquellos; pero en habiendo llegado al gollete de la tinajilla, se acaba de llenar de sal y se comprime el tocino con pesos de que se cargará; y éste o la carne se conserva siempre y permanece en su salmuera, como el pescado salprensado”

 Una vez más, descubrimos que el mundo clásico está presente en nuestro día a día.

Plurimam salutem!