RUBI- A. MUCHA |
Cuando se piensa en la primavera siempre viene a
nuestra mente la imagen de hermosos árboles en flor.
Uno de los más destacables
por su fastuosidad y belleza es el cerezo que cuando florece, impregna de olor
y color el lugar en el que se encuentra. Así pues, brindemos un homenaje al
árbol conocido en griego como κεράσια y cuya equivalencia en el mundo romano era Prunus cerasus L. y Prunus avium L.
Las referencias que encontramos
en las fuentes clásicas son de uno de los tipos existentes, en concreto sobre
el Prunus avium L. que es el cerezo
silvestre que con el tiempo pasó a ser cultivado, pero se conocía otro Prunus cerasus L. que se trataba del
llamado guindo.
En primer lugar nos centraremos en la denominación del árbol y del fruto de la que nos habla Isidoro en sus Etimologías, 17, 16:“Cerasus (cerezo) toma su denominación de Ceraso, ciudad del Ponto. Cuando Lúculo arrasó esta ciudad de Ceraso, se trajo de allí este tipo de árbol y lo denominó cerasus, por el nombre de aquella localidad. El árbol se llama cerasus y su fruto cerasium. Antes de que lo importara Lúculo existía en Italia pero de una especie muy dura, hasta el punto de que se la denominó cornum (cornejo) y es un árbol muy apropiado para la fabricación de lanzas, de ahí que Virgilio, Geórgicas 2, 448 diga: y el cornejo, bueno para la guerra.”
Sobre su procedencia, Isidoro nos da la
respuesta, pero en Ateneo, Banquete de Eruditos II, 51 A leemos quién
fue el personaje que introdujo este árbol en Italia:”dice Larensio en su obra del rétor:
vosotros los griegos os apropiáis de muchas cosas como si les hubierais dado
nombre o las hubierais descubierto vosotros mismos, pero ignoráis que el general romano Lúculo, que luchó contra
Mitrífates y Tigranes, fue el primero que
trajo a Italia este fruto desde la ciudad de Cerasunte en Ponto. Y fue él
quien llamó al fruto Kerásion (cereza)
con el mismo nombre de la ciudad, según cuentan nuestros historiadores.
Pero un tal Dafno lo contradice: sin embargo, un hombre insigne muchos años
anterior a Lúculo, Dífilo de Sifnos que vivió en tiempos del rey Lisímaco (que
fue uno de los sucesores de Alejandro) menciona las cerezas diciendo: las
cerezas son sabrosas, jugosas y poco alimenticias y digestivas si se toman en
frío. Son mejores las más rojas y las de Mileto pues son diuréticas”
También Tertuliano, Apología, XI,
8 nos habla del papel de Lúculo en su traer las cerezas a Italia: “Y si por hallar
Líbero las vides le disteis divinidad, llanamente con villana ingratitud se
procedió con Lúculo pues siendo en primero que trajo del Ponto a Italia las
cerezas, no se le dio por la industria divina consagración”
Sabemos que su origen estaría en Asia Menor, que se aclimató perfectamente en
Grecia y que fue llevado a Italia por Lúculo hacia el año 73 a. C., como ya
hemos leído. No obstante, se piensa que el cerezo de Lúculo sería una variedad
concreta o quizás del guindo.
Plinio, XV, HN 102 nos habla de los tipos de
cerezas según su procedencia y de su
conservación: “Antes de la victoria de Lucio Lúculo en la guerra contra
Mitrídates, que fue en el año 75 a.C, no existían árboles de cerezo en Italia. Él fue el primero
en introducir este árbol desde el Ponto, y ahora, en el curso de ciento veinte años, tras viajar más allá del Océano, llegó a Britannia, incluso. La cereza, como ya
hemos dicho, a pesar de todos
los cuidados, se ha sido imposible cultivarla en
Egipto. De esta fruta, la más roja la
variedad es la que se conoce como Aproniana, la Lutatiana es la más negra, mientras que la clase Ceciliana es perfectamente
redonda. La cereza Juniana tiene un sabor agradable, pero sólo,
por así decirlo, cuando se come bajo el árbol, ya que son tan extraordinariamente delicadas que no aguantan el transporte. El rango más elevado, sin embargo, ha sido adjudicado a la variedad duracinus,
conocida en Campania como la cereza Pliniana, y en Bélgica como la
cereza lusitana, y también a una que crece en las riberas del Rin Este último tipo tiene tres tipos de colores, es una mezcla de negro,
rojo y verde, y tiene siempre la apariencia a punto de la maduración. Hace nada menos que cinco años desde que el tipo conocido como el "laurel cerezo" se
introdujo, con un sabor amargo desagradable. Existe también el producto de un injerto en el laurel cerezo llamado el macedonio que crece en un árbol que es muy pequeño, y rara vez excede de tres codos de altura, mientras
que el chamæcerasus es aún menor, es como un arbusto. La cereza es uno de los primeros
árboles en recompensar al cultivador con su crecimiento anual. Le encanta localidades frías y zonas expuestas al norte”
Teofrasto, Hª de las plantas,
III, 13, 1 nos hace una descripción muy concreta del cerezo silvestre:
“Un árbol con
características propias es el cerezo silvestre. Es de gran tamaño, pues alcanza los 24 codos de altura. Crece muy
derecho. El tronco tiene unos dos codos de grosor a partir de la raíz. La hoja es parecida a la del níspero,
pero muy dura y más gruesa, hasta el
punto de que el árbol es visible por el color desde lejos. La corteza por su lisura, por el color y
por el grosor es semejante a la del tilo plateado, por lo cual fabrican con ella portaestilos como con
la del tilo. Esta corteza no crece derecha ni de manera uniforme
alrededor del árbol, sino que corre a lo largo de él en espiral, que se hace más cerrada a medida que sube y sube, como
la forma de las hojas. Y esta parte del
árbol se descorteza a tiras, mientras que con la otra parte no puede
hacerse esto y hay que cortarla en pequeños trozos.
De la misma manera se puede separar una parte de ella,
obteniendo láminas de la delgadez de una hoja, mientras que el resto puede
mantenerse y protege al árbol, creciendo a su alrededor como se ha dicho. Si se
despoja al árbol de su corteza cuando está descortezándose, se produce entonces
una pérdida de savia; y cuando la primera capa se desprende, lo que queda se
hace negro a causa de un humor parecido al mucus y, luego, en el segundo año, se
forma otra capa en lugar de aquélla; sólo que más delgada. También las fibras
de la madera son como las de la corteza, tortuosas y en espiral, y las ramas
crecen de la misma manera al instante. Y, a medida que el árbol crece, sucede
que las ramas bajeras continúan muriéndose, mientras que las cimeras van
creciendo. Sin embargo, no es en su totalidad ramoso el árbol, sino mucho más
pobre en ramas que el álamo negro. Posee
numerosas raíces, pero someras y no demasiado gruesas. Tiene el mismo
retorcimiento de la raíz y de la corteza que la rodea. La flor es blanca, semejante a la del peral Y a la del níspero, y
está compuesta de otras pequeñitas, dispuestas en forma de panal. El fruto es rojo, de forma parecida a la
del palo santo del tamaño de un haba, solo que el de este árbol tiene un hueso duro, y el del cerezo,
blando. Se cría en los mismos
terrenos que el tilo, y, en general, donde hay arroyos y lugares húmedos”
Teofrasto, Hª de las plantas, III, 3, 1 nos comenta también la posibilidad de encontrar cerezo silvestre en “el llano como el tamarisco, el olmo, el álamo temblón, el sauce, el álamo negro, el cornejo, el aliso, el roble y el cerezo silvestre”
Hemos visto que una de las
características del cerezo es la corteza que envuelve todo su tronco y al que
es bueno descortezar según nos ha comentado Teofrasto. De nuevo el autor en Hª
de las plantas, IV, 15, 1 nos explica por qué es bueno quitarle la corteza:”Porque éste cobra más vigor, si se le quita
la corteza exterior y la que está debajo de ésta tocando la carne, como ocurre
también en el madroño oriental”
Paladio, Tratado de
agricultura, XI, 12 completa las explicaciones de Teofrasto: “El cerezo
quiere un medio ambiental frío y un
suelo de tipo húmedo. En parajes templados crece poco y el calor no puede resistirlo. En una zona
de configuración montañosa o de colinas tiene lozanía. El vástago de cerezo
silvestre debe trasplantarse en el mes
de octubre o noviembre e injertarse a primeros de enero, una vez que
prenda.
FLOR DE CEREZO. A. MUCHA |
Además, pueden hacerse viveros con tal de sembrar durante los referidos
meses los frutos, que nacerán con suma sencillez. Yo, personalmente, comprobé
la facilidad de nacer de este árbol notando que al poner unas estacas de cerezo
de rodrigones por un viñedo se irguieron como árboles. Asimismo, pueden sembrarse durante el mes de enero. Se
injerta preferiblemente en noviembre o, si no hay más remedio, a últimos de
enero. Hay algunos que indicaron que debía injertarse incluso en octubre.
Marcial recomienda que se injerte en el tronco; a mí siempre me dio muy buen
resultado entre la corteza y la albura. Los que injertan en el tronco, como
indica Marcial, deberán sacar toda la pelusa que haya alrededor, ya que si
quedara alguna brizna, asegura que daña a las púas. En los cerezos y en los
árboles resinosos en general hay que llevar cuidado de que se injerten
precisamente cuando no tienen resina o dejan de destilarla. El cerezo se injerta uno con otro, con el
ciruelo, el plátano, y, según otros, con el álamo”
Sobre sus cuidados y conservación de
nuevo Paladio XI, 12 nos indica que:”Quiere hoyos
profundos, espacios bastante amplios y cavas frecuentes. Deberán podarse
las ramas podridas, secas y las que haya echado demasiado tupidas, para
aligerarlo.
No
requiere abono e incluso con él degenera. […] Si un cerezo empieza a pudrirse por coger humedad, se efectuará un
orificio en el tronco para que pueda desprenderla.
Si
padece hormigas, se verterá jugo de verdolaga mezclado con vinagre en la
proporción de la mitad, o bien se aplicará orujo de vino al tronco del árbol
cuando está en flor.
Si
se ve extenuado por el calor de las
canículas, daremos orden de echar a las raíces del árbol tres sextarios de
agua cogidos de sendas fuentes después de la puesta del sol, pero de forma que
la luna no sorprenda el método curativo. O, también, alrededor del tronco del
árbol se ensortijará beleño en forma de corona, o se hará con él un lecho junto
a la extremidad inferior del tronco. Las
cerezas no deben conservarse de otro modo que secándolas al sol hasta que se
pongan rugosas”
Paladio, XII, 7, 23, habla del
cultivo del cerezo en viveros destinados al injerto posterior: “Durante este mes de noviembre en lugares calurosos y
en zonas secas se plantan los vástagos…
las plantas de cerezo silvestre destinadas a injertar después, y, además, las
estacas de moral, las almendras y las nueces –si se plantan en viveros de la
manera que se ha indicado”
Sobre su cultivo es Paladio quien nos transmite
información sobre la conveniencia de injertar
el cerezo silvestre en el mes de enero, II, 15:”En este mes se
injertan los melocotoneros entre ellos, con el almendro y con el ciruelo; pero
al ciruelo le injertaremos el albaricoquero normal y el precoz. También es oportuno que se injerte el cerezo
silvestre”.
Plinio, XVII, 47 nos habla de cómo se pueden
cuidar para que la fruta sea más sabrosa: “La cal aplicada a las raíces del árbol de las cerezas hace que llegue antes a la madurez
y madura más rápidamente. El
mejor plan, también, con la
cereza, al igual que con otros tipos,
es adelgazar la fruta para que lo que queda detrás pueda
crecer en toda su longitud”
Paladio, III, 29 nos explica un
injerto curioso que se aplica a la uva para que no tengan pepitas que según
comenta los griegos decían que también se podía aplicar a los cerezos que no presentarían hueso, aunque
falta una certera corroboración:”Hay una clase espléndida de uva que carece de pepitas
dentro. Por esta razón sucede que puede tragarse con sumo agrado sin ningún
obstáculo, como un todo, el contenido de todas las uvas. Se consigue, por lo
demás, según los técnicos griegos, sustituyendo la naturaleza por un artificio,
mediante el siguiente procedimiento: al sarmiento que se ha de enterrar, deberá
hacérsele una hendidura de otro tanto de lo que quede oculto en tierra y
extrayéndole toda la médula y vaciándolo cuidadosamente se vuelven a pegar los
bordes de la zona hendida y se entierran tras liarlos con una atadura; con
todo, recomiendan que la atadura se haga con papiro e introducirlo luego en
tierra húmeda.
Algunos, aún más detallistas, atando el
sarmiento por donde se rajó, lo meten dentro del bulbo de una cebolla y afirman
que gracias a ello pueden prender con más facilidad todos los que se hayan
sembrado. Otros, en el tiempo de podar las vides, vacían un sarmiento fértil en
la propia cepa, al podarla, y sacándole como pueden la médula de arriba a
abajo, sin partirlo, lo atan ajustándole una caña para que no dé la vuelta.
Luego, en la parte abierta, vierten opos Quirenaicos (así lo denominan los
griegos) previamente disuelto en agua hasta que adquiera el cuerpo del vino
cocido y cada ocho días repiten la operación hasta que despuntan los nuevos
brotes de la vid.
Los
griegos afirman que también puede hacerse otro tanto en granados y en cerezos.
Precisa comprobación”
En su libro XI vuelve hacer
mención de cómo injertar al cerezo para que no tenga hueso, en este caso el
procedimiento es el trasmitido por Gargilio Marcial: “Para
que las cerezas nazcan sin hueso, Marcial indica que se obre del modo
siguiente: se corta un arbolillo a unos dos pies de altura y se efectúa una
hendidura hasta la raíz; se raspará la médula de ambos lados con una
herramienta de hierro y, seguidamente, se sujetan los dos lados uno al otro
mediante una atadura, y se unta con estiércol la parte superior y las
hendiduras laterales. Al cabo de un año la cicatriz suelda. El árbol en
cuestión se injerta con púas que no hayan dado fruto y, según afirma, saldrán sus frutos sin hueso”
“Se injerta el cerezo con el laurel y en el fruto logrado
un sonrojo adoptivo tiñe su tez virginal.
Fuerza al plátano umbrío y al ciruelo de tronco quebrado
a tintar sus ramas con las yemas que les da
y realza la fronda del álamo con exótico fruto
y esparce por sus blancas ramas un tenue
rubor”
Ateneo, también hace mención de
esta fruta en concreto en su libro II, 50 B y ss. Sobre ella nos remite a
Teofrasto del que ya hemos hablado, pero nos cuenta que Asclepíades de Mirlea “llama a un
árbol cerezo enano. En Bitinia crece
un cerezo enano cuya raíz no es grande, pero tampoco lo es el árbol, sino
parecido al rosal. En cuanto al fruto, en todos los demás aspectos es semejante
a la cereza pero a quienes lo consumen en exceso, como el vino, los entumece y
les provoca dolor de cabeza. Sobre este árbol, Ateneo creo que se refiere al
madroño”
Son muchas las propiedades
medicinales que presentan las cerezas, así Dioscórides, Plantas y
remedios medicinales I, 113 nos comenta sus beneficios: “Las cerezas
tomadas verdes y solas vienen bien al
vientre, mientras que, secas, lo constriñen. La goma de los cerezos cura la tos duradera, tomada tras mezclarla
con vino mezclado con agua, y produce buen color, agudeza visual y apetito. Bebida con vino es beneficiosa para los
que padecen el mal de piedra”
Galeno, XII, 22 completa la
información de Dioscórides: “El árbol produce un fruto que participa de la astringencia no por igual en todas las
variedades. Pues en algunos domina –como ocurre con las granadas y los frutos
del tipo de la manzana– la cualidad áspera, en otros la dulce, en otros la
ácida. Los dulces, cuando aún no están maduros, son unos bastante astringentes,
otros ácidos, como ocurre con las moras (fruto del moral). Las que están más
dulces relajan más. Las amargas, al revés. Las ácidas favorecen a los estómagos
con flemas y que secretan tras la digestión. Desecan más que las amargas y tienen alguna mordacidad. La goma de
este árbol tiene propiedades comunes con medicamentos viscosos y no mordaces,
conviene también a las tráqueas ásperas
y al uréter, si es verdad lo que escriben algunos, que, si se bebe con
vino, beneficia a los que sufren del mal de piedra, porque, en efecto, podría
tener alguna propiedad de diluir los
humores.”
Plinio, XXIII, 141 también hace
referencia a sus propiedades: “Las cerezas
relajan los intestinos y son perjudiciales para el estómago, en un
estado seco. Sin embargo, son astringentes
y diuréticas. He encontrado que
algunos autores han establecido que si alguien se traga las cerezas con
sus huesos por la mañana, cuando el rocío las cubre, los intestinos están tan aliviados que los pies se liberan de la gota”
Las fuentes clásicas no hacen
referencia a su uso
culinario, por lo que suponemos que se consumirían frescas, como
fruta de temporada y secas como nos cuenta Plinio, XV, 102 sobre su conservación:
“La fruta a veces se seca al sol, y en conserva,
como las
aceitunas, en barrica”. Como
fruta de temporada, sería perseguida no sólo por las personas sino también por
los pajarillos como bien nos muestra este fresco.
Para finalizar seguro que más de uno ha podido
contemplar la preciosa imagen de los cerezos
en flor del Valle del Jerte que año tras año, invaden los campos con níveas flores en sus ramas. Cuando las observamos sentimos cierta paz y nuestros ojos se llenan de
luz y alegría.
Con esta imagen entendemos perfectamente que en Oriente, las
cerezas simbolicen belleza, cortesía, fertilidad, gentileza, virginidad e
inmortalidad, seguramente por la hermosura y el color blanco de sus flores.
Plurimam
salutem!
*Imágenes propias
10 comentarios:
Me encanta lo de Plinio porque es lo mismo que decía mi abuela cuando mi dolía el estómago: "las cerezas con rocío te dan un buen alivio"
Hola Núria, gracias por tu comentario.
Me ha gustado mucho lo que dices. Me gustan mucho los dichos de los mayores y más si tienen reminiscencias clásicas.
Gracias
Saludos
Preciosos los cuadros de Mucha Charo, muy bien seleccionados.
Respecto a las cerezas, me maravilla la cantidad de información agrónoma que daban los clásicos, incluso para la obtención de frutos sin hueso, lo que hoy en día serían selecciones o modificaciones genéticas y ellos tenían sus conocimientos de estas "intervenciones" para mejorar los frutos, increible.
Aunque cerezas sin hueso habrían sido aberraciones para los japoneses por ejemplo, quienes simbolizaban en ese hueso, la piedra angular del ser humano.
Entre los samurai la cereza tenía todo un simbolismo guerrero, así como de la búsqueda de lo invisible. Exiten muchos sables samurais adornados con la flor del cerezo.
Bueno, es profuso el simbolismo de este árbol y fruto en Japón, tanto que diría el historiador del antiguo Japón Motoori Norinaga:
"Si se me pide definir el espíritu de Japón, diría: Flor de Cerezo montañés, embalsamando bajo el sol de la mañana".
Ahí es nada. Qué interesante sería llegar a ver la relación entre ese simbolismo en la antigua historia de Japón y el propio de la Grecia de nuetros sabios.
Como siempre, estimulantes entradas Charo. Gracias.
Saludos a todos!, la verdad es que mi gran pasión son las flores y adoro la combinación que ellas hacen con el mundo de las artes. La verdad es que este es un post hermoso, hermoso como las flores del cereso. Las obras de arte que has compartido aquí son realmente hermosas.
Un beso grande!
Querida Viena, muchas gracias por tu comentario. Ciertamente cuando leí los cambios genéticos en las cerezas y otras frutas, me pareció una información sorprendente.
En Japón las cerezas tienen una gran simbolismo como bien has comentado, a su vez existen leyendas muy hermosas.
Gracias de nuevo
Abrazos
Hola Elizabeth, gracias por tu comentario. Tienes mucha razón, las flores, y en concreto las del cerezo, son espectaculares y nos evocan sentimientos muy hermosos.
Saludos
Maravilloso post, charo. Recuerdo cuando era pequeña y mi abuela me colgaba cerezas en las orejas para que colgaran como pendientes... Es una fruta muy especial. Un abrazo muy fuerte.
Estimada Isabel, gracias por tu comentario. Para mi las cerezas también son especiales, mi abuelito nos hacía lo mismo a mi hermana y a mi. Me traen recuerdos muy entrañables.
Besitos
Hola Charo:
Me gustaría hacer una observación, sólo como hipótesis, sobre la afirmación de Isidoro de Sevilla concerniente al cornejo como árbol para la fabricación de armas (Etimologías, XVII, 7, 16) basándose en la frase de Virgilio. Hay que precisar que Isidoro era un escritor del siglo sexto y pudo interpretar la frase del poeta clásico en alusión a esa especie arbórea como la idónea para la fabricación de armas por su dureza. Sin embargo no era la más abundante en Europa (hay que tener en cuenta que había que armar a miles de hombres) al contrario de otras bien conocidas por su dureza, como el roble y el fresno, por lo demás muy abundantes. Las ramas de abedul se empleaban para la elaboración de las fasces y lo que sí sabemos es que el cornejo sanguino, por su color rojo y el simbolismo que esto representaba además de ser el color representativo de Marte, el dios de la guerra, lo empleaban los feciales para realizar las declaraciones de guerra arrojando esta lanza de forma simbólica al campo enemigo para materializar el ritual de guerra, y quizás sea ese el significado real del contexto Virgiliano.
Como siempre, una impecable selección de textos clásicos que nos acercan a la realidad de lo que fue el mundo romano. Enhorabuena.
Saludos
Emilio
Hola Emilio, muchas gracias por la información.
Como siempre tus comentarios son muy interesantes y efectivamente tienes mucha razón, hay que tener presente la época de Isidoro y sus posibles interpretaciones.
Muchas gracias de nuevo.
Saludos
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