Hace
un tiempo hablamos sobre un tema que continúa vigente hoy en día, la eterna
pregunta ¿qué
fue antes el huevo o la gallina?,
respuesta que seguimos sin tener clara.
En
esta ocasión vamos a centrarnos en otra curiosidad, el uso adivinatorio de los
huevos en el mundo antiguo.
Con
el nombre de ovomancia y ooscopia,
según el autor Hermágoras de Anfípolis, se conocen a las técnicas que se
pensaba que fueron inventadas por Orfeo, para predecir el futuro a través de
los huevos.
La
ovomancia, también llamada oomancia, consistía en el estudio de la
clara del huevo tras ser sumergida en agua y la ooscopia
en colocar un huevo sobre el fuego a calentarlo para observar su comportamiento,
es decir, si estallaba o sudaba y así extraer conclusiones para predecir el futuro como nos cuenta Persio, Sat. V, 185:
“Los
sacerdotes que realizaban un sacrificio para obtener predicciones, tenían la costumbre de observar si el huevo colocado sobre el fuego sudaba en la parte
superior o inferior. Si se rompía,
anunciaba un peligro para aquel para el cual se cumplía la cosa o para su
patrimonio”
Se
trataba de una técnica antigua, de la que de nuevo Persio habla en la Sat, V, en ella menciona los
temores y peligros que podían ocasionar la quiebra de los huevos al ser
calentados: “las
negras larvas y los peligros anunciados
por la ruptura de los huevos”
De
nuevo nos repite Persio, Sat. V
ese mal
augurio que proporcionaba la ruptura de un huevo:
“Por un lado, las negras sombras de los aparecidos
y los augurios de desgracia por haber
roto un huevo; por otro, los enormes sacerdotes de Cibeles y la bizca
sacerdotisa de Isis con su sistro te infundirán el temor de que los dioses te
hinchen tu cuerpo, si por la mañana no comes tres veces la tradicional cabeza de ajo”
El
sacerdote que llevaba a cabo estos augurios era el ovispex, persona que practicaba la técnica
adivinatoria de inspeccionar las entrañas de los huevos y su reacción ante el
calor, “Qui
vel quæ viscera ovium inspicit”,
es decir, “Ovorum inspector”, según
leemos en Isidoro.
Pese
a existir la figura del ovispex, Suetonio,
Tiberio, XIV, 2 nos narra una
curiosa anécdota. Livia, la madre de Tiberio y esposa de Augusto, conocida por
su inclinación hacia la magia, empleó la ooscopia para saber el sexo de su
hijo:
”Después de
ocho años de ausencia, volvió, pues, a Roma, con grandes esperanzas para lo por
venir, fundadas en los prodigios y predicciones que desde tierna edad le habían
llamado a los altos destinos. Estaba, en efecto, Livia encinta de él, y quería saber por diferentes presagios si
daría a luz un varón; quitó un huevo a
una gallina que incubaba y calentándolo en sus manos y en las de sus
criadas el tiempo necesario, salió al
fin de él un pollo con una hermosa cresta”
En
el mismo sentido nos habla Plinio, HN,
X, 154, aunque matiza que parece que era un método que se había puesto de moda
entre las mujeres (hoc usa est puellari augurio), hecho que explicaría por qué Livia no acudió
a la experiencia de los ovispices sino que fue ella misma la que
lo llevó a cabo por ser gran amante de la adivinación:
”Julia
Augusta, en su juventud casada con Nerón y embarazada de Tiberio Claudio César,
deseando mucho dar a luz a un varón,
utilizó una técnica adivinatoria usual entre muchachas: calentar un huevo en su seno y, cuando tenía la necesidad de
dejarlo, se lo entregaba a una nodriza
para que lo incubara en el suyo para que no perdiera calor; conjuro que no hizo
en vano”
El
por qué del empleo del huevo en la
adivinación y su vinculación al nacimiento de un nuevo ser podría tener su
justificación en la idea de considerar, a lo largo de la historia, al huevo como
principio de
la vida, emblema de la inmortalidad y la resurrección.
Quizás por
ello, son varios los nacimientos de personajes legendarios famosos a través de
los huevos, como por ejemplo el de Helena de Troya, Castor y Pólux,
de un huevo puesto por Leda tras
ser seducida por Zeus metamorfoseado en cisne. Leda colocó el huevo sobre las
cenizas todavía calientes de un altar, de manera que el calor propició su
nacimiento. De este huevo nació Helena, que según Ateneo II 57
f:”el huevo del que nació Helena cayó de la luna”.
En honor a este
hecho se utilizaban según nos ha transmitido Isidoro de Sevilla XVIII, 29, siete huevos como ornamento en el circo:
“en honor a Cástor y Pólux, quienes no se avergonzaban de creer que habían
nacido de un huevo de cisne, animal en el que se había transformado Júpiter”
No obstante, no
es el único nacimiento legendario también nos cuenta Ateneo que “los hijos de Molione, los maté de la misma edad,
de cabezas iguales, constituidos en un mismo cuerpo, ambos nacidos en un huevo de plata”. Se
refiere a los gemelos Éurito y Ctéato, nacidos de Molione y Posidón, muertos por
Heracles.
Además de nacimientos
prodigiosos, el huevo presentaba otros valores mágicos como la fertilidad, según leemos en Plinio, XXX, 131:
“Sorber el contenido de los huevos, favorece
la fecundidad y hasta la abundancia de leche”
Aunque no todos los huevos proporcionaban excelencias, pues según Plinio
soñar con un huevo blanco era buen presagio, con uno roto era ruptura
matrimonial. A su vez Plinio, X, 32 y XXX, 130 nos cuenta que:
”Si las mujeres embarazadas comen un huevo de
cuervo, expulsan el feto por la boca y paran con gran dificultad si se
llevan a la casa huevos de cuervo”
De nuevo Plinio, XXVIII, 19 nos explica por qué la costumbre en los
banquetes de destrozar las cáscaras de los huevos consumidos con una cuchara
especial:
”Todo el mundo ha tenido miedo de ser embrujado
con plegarias de mal agüero. A esto se debe la costumbre de romper
inmediatamente las cáscaras de huevo que uno ha sorbido y las de los
caracoles o de agujerearlas con las mismas cucharas”
A su vez sabemos que el huevo
presentaba un poder curativo y purificante, por lo que era empleado como elemento lustrativo.
Así podemos leerlo en diversos
autores.
Juvenal, Sátira, VI, 516:
“Gritando desaforadamente le aconseja que tema la
llegada de septiembre y del austro, a no ser que se haya purificado con cien huevos (centum lustraverit ovis)”
Ovidio, Ars amatoria,
II, 329:
“Y que venga una vieja para purificar
el lecho y la habitación, y llevando en su mano temblorosa azufre y huevos”.
Apuleyo, Asno de oro, XI, 16, 6:
“El sumo
sacerdote, después de pronunciar con sus castos labios las solemnes oraciones, purificó la nave con toda la pureza de una
antorcha encendida, un huevo y
azufre: la puso bajo la advocación de la diosa
y se la consagró”
Era frecuente ofrendar huevos en
las tumbas de los muertos, conjuntamente con lentejas y habas. Además, eran servidos en
el silicernium, comida
fúnebre llevaba a cabo después de un entierro en el que, tras sacrificar una
cerda a Ceres (porca praesentanea),
se servían huevos, apio, habas, legumbres, lentejas, sal y aves de corral.
Petronio,
Satiricón, 65 y 66, nos describe la cena fúnebre que celebró Escissa en honor a
uno de sus esclavos, al que a título póstumo concedió la libertad, en ese
banquete se sirvieron muchos alimentos,
entre ellos los huevos:
“Bueno, pero ¿qué es lo que habéis cenado?-pregunta Trimalción: Recuerdo
que empezamos por un cerdo coronado con salchichas; a su alrededor había
morcillas y además butifarras, y también mollejas muy bien preparadas; todavía
había alrededor acelgas y pan casero, de harina integral, que, para mí, es
mejor que el blanco. […] el plato siguiente fue una tarta fría cubierta de
exquisita miel caliente de España. […] a su alrededor había garbanzos y
altramuces, nueces a discreción y una manzana por persona. […] Como plato
fuerte tuvimos un trozo de oso. […] si el oso puede comerse a la humana
criatura con mayor razón el hombre puede comerse al oso. Por último tuvimos
queso tierno, mistela, un caracol por persona y unos trozos de tripa, y unos
higadillos al plato, y huevos con
caperuza y nabos, y mostaza y un plato de mierda: ¡Basta ya Palamedes! (*
frase que se empleaba para finalizar las enumeraciones) También pasaron una
bandeja con aceitunas aliñadas. […]En cuanto al jamón se lo perdonamos”.
Para terminar comentar que en la
actualidad se siguen empleando estas técnicas adivinatorias para la
predicción del futuro.
Próximamente
contaremos más cosas sobre los huevos.
Si os animáis…nos
vemos en breve
Plurimam
salutem!
*Imágenes propias
4 comentarios:
Muy interesante esta recopilación de textos sobre el tema de la adivinación y la magia con referencia al huevo. Ciertamente los romanos eran, como todas las sociedades primitivas, muy supersticiosos... Afortunadamente no todos, y tuvieron también acérrimos detractores entre ellos el famoso Catón que se preguntaba: "¿Cómo puede un augur encontrarse frente a otro sin soltar la carcajada?.
Saludos
Emilio
Hola Emilio, tienes mucha razón, no todos eran supersticiosos.
La primera vez que leí la afirmación de Catón me pareció muy curiosa.
Gracias por tu comentario
Saludos
Curiosísimo el uso de los huevos en la adivinación. Y te aseguro que me he quedado intrigadísima leyendo esas "predicciones" modernas. En fin, el ser humano siempre ha querido saber algo de su futuro. Besos.
Hola Isabel, ciertamente no hemos inventado nada. Es un tema muy curioso.
Un besito
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