domingo, 17 de marzo de 2019

ABONOS Y FERTILIZANTES I

Sería necesario una vuelta a la agricultura tradicional en lo que respecta al cuidado de los campos y al uso de abonos y fertilizantes, dejando de lado la utilización de productos químicos perjudiciales para la salud.



La agricultura ecológica está en auge pues somos muchos los interesados en eliminar las sustancias químicas en nuestra alimentación y vida cotidiana.

Si nos fijamos en la etimología de la palabra “agri cultura” intuimos que se refiere al cuidado de los campos, pero veamos que significa realmente el término “cultura” según Isidoro, Etimologías, XVII, 2:  “[Cultura] significa cultivo, por tanto Agri cultura es la operación por la que tratan de lograrse las cosechas de cereales o de vino. Su nombre deriva de incolere (cultivar). Las riquezas de los antiguos se basaban en dos cosas: en el bien apacentar y en el bien ara.  Al cultivo del campo pertenecen la ceniza, la arada, el añojal, la quema de rastrojos, la estercolación, el arrejacar y la escarda”

Aunque a continuación hablaremos de las técnicas de abono natural utilizado en el mundo romano, es importante remarcar que la agricultura estaba protegida principalmente por la diosa Ceres, pero existía un gran número de divinidades que cuidaban de aspectos muy concretos y a los que los agricultores veneraban con ofrendas y fiestas.

Los que cuidan de la labranza

Verváctor, Arador de primavera
Reparátor, Preparador de la tierra
Impórcitor, El que hace surcos con el arado
Ínsitor, el que ahonda la semilla
Obarátor, El que ara por encima

Los que protegen las cosechas

Robígine y Róbigo

Los que eliminan las malas hierbas

Ocátor, El que deshace los terrones con el rastrillo
Sarcítor, Cavador
Runcina, la que arranca las malas hierbas
Subruncinátor, Escardador

Tras recolectar la cosecha

 Mésor, segador
 Convéctor, Acarreador
 Cónditor, Almacenador
 Prómitor, El que saca

El que enseñó a los hombres cómo se debe abonar y estercolar: Estercuto. Otras variantes de su nombre son: Sterquilinius, Sterculus, Sterculius, Stervulinus, Sterculus, Stercutius, Sterces.

Pese a que los dioses eran protectores de los campos, para un pueblo de agricultores y ganaderos no fue difícil descubrir la importancia del uso de productos naturales y orgánicos que estimularan la producción y la salubridad de los campos.


Son muchos los autores que hablan sobre el tema de la agricultura así nos lo indican varios autores, hecho que nos hace pensar la relevancia del tema para los antiguos.
Comencemos por Isidoro XVII, 1: “Entre los griegos, el beocio Hesíodo fue el primero que, con sus conocimientos humanos, puso de manifiesto su habilidad para escribir sobre temas agrícolas. Después de él lo hizo Demócrito. También el cartaginés Magón escribió un tratado de Agricultura en 28 volúmenes. Entre los romanos, el primero que trató sobre explotaciones agrícolas fue Catón; más tarde, Marco Terencio perfeccionaría las técnicas que Virgilio ensalzaría con la alabanza que les dirige en sus poemas. No menor mención le prestaron tiempo después Cornelio Celso, Julio Ático, Emiliano y el insigne orador Columela, quien hizo un estudio completo de todos los aspectos de esta disciplina”

De la cita se puede extraer que uno de los tratados más conocidos y respetados era el de Columela, pero podemos citar a otros autores que también hablan del tema como bien indica el propio Columela, 1.1 7 -14: Hay ciertamente entre los griegos, una gran porción de escritores que han dado reglas de Agricultura, a la cabeza de los cuales se puede poner Hesíodo  de Beocia, poeta celebérrimo, que ha contribuido no muy poco a nuestra profesión; más le ayudaron después los sabios Demócrito de Abdera, Xenofonte, discípulo de Sócrates, Arquitas de Tarento, y los peripatéticos maestro y discípulo Aristóteles y Theophrasto. Los sicilianos Hieron, su discípulo Epicarmo, y Philometor Átalos, adelantaron en esta ciencia por efecto de su mucha aplicación. Atenas también ha producido una gran multitud de escritores en esta materia, de los cuales los más estimados fueron Quereas, Aristandro, Amphiloco, Queresto y Euphronio el Ateniense, y no como muchos piensan el de Anphípolis que está tenido por un labrador recomendable. Las islas han hecho asimismo célebre esta profesión, como acreditan Epígenes de Rhodas, Agathocles de Scio, Evagon y Anaxipolis de Thaxo. Menandroy Diodoro, paisano de aquel Bias, uno de los siete sabios, adquirieron una completa instrucción en la Agricultura: y no cedieron a estos Baquio y Mnaseas de Mileto, Antígono de Cumas, Apolonio de Pérgamo, Dion de Colophon, y Hegesias de Maronea. Diophanes de Bythinia compendió en seis breves tratados todas las obras de Dionisio Utica, intérprete de Magon el cartaginés, tan difusas, que ocupaban muchos volúmenes.
También han contribuido con algún auxilio a nuestro estudio otros autores, aunque más oscuros, cuyas patrias ignoramos: estos son Androcion, Escrion; Aristómenes, Athenágoras, Crates, Dadis, Dionisio, Euphyton y Euphorion.
Y no nos han pagado con menos lealtad Lysimaco, Cleobulo, Menestrato, Pleusiphanes, Persis y Theóphilo, cada uno por su parte. Por último, para dar a la Agricultura el derecho de ciudadana romana, pues en tiempo de estos autores no era todavía más que griega, hagamos ahora mención de aquel Marco Catón el Censor, que fue el primero que la hizo hablar en latín; hagámosla después de éste de los dos Sasernas padre e hijo, que la han enseñado con más esmero; en seguida de Tremelio Escrofa, que la ha hecho elocuente: de Marco Terencio Varron, que la ha limado, y de Virgilio que la ha hermoseado también con sus versos; sin desdeñarnos de hacerla, finalmente de Hygino,  con tal, sin embargo, que veneremos más que a todos, como padre de la Agricultura, al cartaginés Magon, pues aquellos memorables volúmenes que escribió sobre ella han sido traducidos al latín por decreto del Senado. No han merecido menores elogios Cornelio Celso y Julio Ático, autores de nuestro tiempo”


Tras esta breve introducción veamos qué nos cuentan las fuentes clásicas sobre el cuidado del campo centrándonos principalmente en los diferentes tipos de abonos y fertilizantes, es decir, el empleo de la estercolación que nos la define Isidoro XVII; 4 como: “acción de tirar estiércol al campo. El estiércol (stercus) tiene este nombre porque se esparce (sternere) por los campos; o porque conviene limpiar (extergere) lo que de porquería hay en una ciudad [o quizá, lo que es más atinado, porque deriva su nombre del de Sterce, también llamado Sterculus. Se conoce igualmente como fimus (basura), que es lo que se desparrama por los campos; y se le denomina fimus [porque fit mus (se hace tierra)], es decir, estiércol, que la gente denomina laetamen porque con su poder nutritivo hace exuberantes a las plantas y vuelve a los campos prósperos y fecundos”

Teofrasto II, 7 nos habla de los cuidados generales del campo: “Respecto al cultivo y laboreo, unas observaciones son comunes, otras específicas de cada árbol. Comunes son los trabajos de excavar hoyos, el riego, la estercoladura y, además, la poda y escamonde de las ramas muertas. Estas operaciones difieren en grado según los árboles. Porque unos árboles son aficionados al agua, otros al estiércol, y otros no lo son tanto, como el ciprés, que no es aficionado al estiércol ni al agua, sino que, según dicen, muere si, cuando es todavía joven, recibe riego en demasía. En cambio, el granado y la vid son aficionados al agua. La higuera crece vigorosa si se la riega, pero su fruto resulta inferior, excepto si la higuera es de Laconia. Pues ésta gusta del agua. Todos los árboles necesitan ser podados, porque se hacen más vigorosos despojándolos de las ramas secas, que son como estorbos para ellos e impiden su crecimiento y nutrición. Por eso, cuando el árbol *** envejece lo podan completamente, porque así se produce una nueva germinación. Androción dice que el mirto y el olivo necesitan una poda más generosa que otros árboles; porque, cuanto menos ramaje se deje, retoña más vigorosamente y produce fruto más abundante; pero, naturalmente, más la vid, porque en ésta es mucho más necesaria la poda con miras al crecimiento y a una buena fructificación. En resumen, la poda y cualquier otra operación han de hacerse en cada caso teniendo en cuenta la índole de cada árbol. Androción dice que el olivo, el mirto y el granado necesitan estiércol muy acre, riego abundantísimo, así como enérgica poda, porque esto no comporta para el árbol ni pudrimiento ni ninguna otra enfermedad bajo el suelo; pero añade que, cuando el árbol ya está viejo, es preciso podar las ramas y, luego, cuidar el tronco como si estuviera recién plantado. Dicen que, así, el mirto y el olivo son más longevos y se hacen muy vigorosos. Esto puede ser objeto de futuras indagaciones, si no en todos sus puntos, si al menos en lo referente a la médula. El estiércol no conviene por igual a todos los árboles, ni es el mismo para todos. Unos árboles necesitan estiércol ácido, otros con menos acidez y otros estiércoles que sean muy ligero. El estiércol más ácido es el excremento humano: así Cartodras dice que éste es el mejor; en segundo lugar, el de cerdo; en tercer lugar, el de cabra; luego, el de oveja; en quinto lugar, el de buey, y, finalmente, el de las caballerías. El estiércol de la cama del ganado es de varias clases y empleos, porque unos son más flojos y otros más fuertes”

A lo largo de varias semanas iremos trabajando los abonos y fertilizantes en la antigüedad.


Nos vemos en la próxima entrega

Plurimam salutem!!

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