Si partimos del dicho popular “todo lo que corre, salta y vuela a la cazuela” nos puede resultar comprensible el consumo, en la época imperial y entre las clases privilegiadas romanas, de aves tan hermosas como los flamencos.
Las explicaciones etimológicas que se dan resultan curiosas e incluso, divertidas. Veámoslas:
Pero, ¿cómo ha llegado a utilizarse con unas connotaciones peyorativas en expresiones del tipo “no te pongas flamenco” o “eres muy flamenco”? La respuesta se encontraría en la guerra entre Flandes y España en la segunda mitad del siglo XVI y primera del XVII. Al acabar este conflicto bélico, los españoles consideraban a los naturales de Flandes gente pretenciosa, rebelde y fanfarrona, de ahí esa concepción negativa del término “flamenco”.
Suetonio, Vida de los Doce Césares, nos cuenta que uno de los manjares favoritos de Calígula fueron las lenguas de flamenco y a su vez, fueron utilizadas estas aves como víctimas en los sacrificios:
“Creó asimismo un templo especial para su divinidad, y sacerdotes y víctimas rarísimas. […] las víctimas eran flamencos, pavos reales, urogallos, pintadas y faisanes, que se inmolaban cada día por especies. (IV, 22, 2)
Plinio, Historia Natural:
Marcial, Epigramas:
“Mis rojas plumas me dan su nombre, pero mi lengua tiene excelente sabor para los glotones. ¿Qué sucedería si pudiese hablar?” (XIII, 71)
Siguiendo con las fuentes clásicas, acudamos a De Re Coquinaria de Apicio, VI, 1-2, por si alguien se anima a probar:
“Desplumar un flamenco, lavarlo y prepararlo para echar en la cazuela. Poner agua, sal, eneldo y un poco de vinagre. A media cocción, atar un manojo de puerros y de cilantro, dejar que hierba junto. Antes de llegar al punto de cocción, añadir defritum (mosto hervido hasta reducirlo a la mitad o a un tercio de su volumen) para que coja color. Machacar en un mortero pimienta, comino, cilantro, benjuí (o rama de vainilla, en su defecto), menta, ruda, rociar con vinagre, añadir dátiles y rociar con su propio jugo. Vaciarlo en la cacerola y envolver con almidón (o fécula para espesar la salsa). Derramar la salsa y servir. Lo mismo se hará con el papagayo”
OTRA RECETA
“Asar el ave. Machacar pimienta, ligústico (o bayas de eneldo), apio en grano, aljonjolí frito (o sésamo), perejil, menta, cebolla seca, dátiles, miel, vino, garum, vinagre, aceite y defritum, dejándolo macerar”
Si alguien siente curiosidad y se anima que no dude en comunicárnoslo.
Plurimam salutem!
* Fotografías propias naturaleza muerta de Herculano y mosaico del museo del Bardo
3 comentarios:
Charo, pero lo dificil será conseguir un flamenco ¿no?.
Besos
Eso me temo, Amparo, pero...nunca se sabe.
Besos
Sería más fácil conseguir un "bailaor" que un bicho de estos. ¡Tiembla Joaquin Cortés! si nos decidimos a poner en práctica la receta.
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