domingo, 13 de marzo de 2022

UTENSILIOS DE SACRIFICIO

En las anteriores entradas hablamos de los utensilios de lustratio y de libatio, en esta ocasión, nos centraremos en las empleadas directamente en el sacrificio.

Comenzaremos por hacer mención al ara  y al altar sobre los que se realizaban los sacrificios. Solían ser de piedra, aunque también se han encontrado de bronce, pero no es lo habitual. Solían estar decorados con relieves en algunas de sus caras. La diferencia entre ara y altar reside en las dimensiones de cada una, el ara es menos grande que el altar y suele estar dedicado a los dioses menores.

Para el sacrificio de los animales se empleaban diferentes utensilios.

Lo primero era el uso del martillo o mazo, llamado malleus, con el que se golpeaba la víctima antes de degollarlo. 

Ovidio, Metamorfosis II, 624: "Viéndolo la novilla, de su lactante becerrito, balanceado desde la diestra oreja, las sienes cóncavas destrozó el mazo con un claro golpe”

Popa. Museo Nacional de Copenhague


También se usaba el hacha en los sacrificios, securis sacena, utilizada por los sacerdotes (popae) para el sacrificio de animales más grandes como por ejemplo los toros.

 Isidoro XIX, 19, 11 habla de su denominación: "se llama así la segur (securis) porque con ella se talan (succidere) los árboles; es como si dijera succuris. Asimismo securis viene a equivaler a semicuris, pues, por un lado, tiene filo, y por otro, sirve para cavar”

En segundo lugar se hacía uso del cuchillo del que conocemos sus formas gracias a las numerosas representaciones que encontramos en aras de sacrificios, en relieves, inscripciones funerarias y en monedas.

 Los cuchillos tenían hermosas decoraciones de oro, plata o marfil en sus pomos. Podían ser de cobre o hierro, aunque para los sacrificios lo normal es que fueran de bronce. Incluso podían tener una vaina, de bronce o cuero, con diferentes adornos. 

 Veamos qué nos cuentan las fuentes clásicas sobre este utensilio empleado ante el ara de sacrificio.

Uno de los empleados en el sacrificio de animales es el llamado secespita, un cuchillo de hierro,  alargado y fino, con mango de marfil que aparece muchas veces representado en las monedas.

Denario Bruto con secespita y securis

Suetonio, Tiberio. XXV comenta el uso de un cuchillo de plomo en lugar del empleado en otras ocasiones que solía ser de hierro: "Permaneció hasta entonces en guardia contra él y un día en que sacrificaban juntos con los pontífices cuidó de hacer que le dieran un cuchillo de plomo en vez del de acero [secespita plumbeum cultrum]”

Otro cuchillo conocido era el culter,  manejado por el cultrarius, encargado de degollar al animal. 

Se trataba de un cuchillo ancho, de un solo filo, con el dorso curvo, empleado, además de en los sacrificios, en las carnicerías. Servía para el degüello y el troceado de los animales sacrificados.

Monumento funerario, Aquilea

Livio, III, 48 habla del cuchillo de cocina (culter) para usos distintos que ante un altar: (…) “Obtenida la autorización se lleva aparte a su hija y a la nodriza a las proximidades del templo de Cloacina junto a las actualmente llamadas Tiendas Nuevas, y allí, echando mano del cuchillo de un carnicero, dice: «Hija, te doy la libertad de la única forma que puedo.» Acto seguido, le atraviesa el pecho y, volviéndose hacia el tribunal, dice: «Apio, por esta sangre te maldigo a ti y a tu cabeza»”.

Suetonio, Augusto, 19 también comenta su uso fuera del mundo de los sacrificios: "(…) “en cierta ocasión un criado del ejército de Iliria, que había burlado la vigilancia de los porteros, fue sorprendido de noche junto a su habitación con un cuchillo de monte al cinto, sin que se pueda saber si había perdido la razón o si su demencia era fingida, pues la tortura no consiguió arrancarle nada.”

Plauto, Rudens, I, 2. 131-137 de nuevo hace mención al culter: "[Démones:] “No, joven. Ya hace unos poquitos días que no he visto a nadie celebrar aquí un sacrificio. Y nadie puede hacerlo sin que yo me entere. Siempre vienen a mi casa a pedir agua o fuego o cacharrillos o un cuchillo o un asador o una olla para las entrañas o alguna otra cosa.”

Ovidio, Fasti, I, 320 explicando el nombre de la fiesta de las Agonalias y menciona la importancia del cuchillo: “La causa del «Agonalia» nombre puede ser el oficiante con la túnica arremangada, por cuya herida a la víctima cae ésta en honor de los dioses: cuando va a teñir de sangre caliente el cuchillo que tiene agarrado, pregunta siempre: «¿Actúo?» y no actúa sino cuando le dan la orden. Unos piensan que el día tiene el nombre de agonal por la acción de «acarrear», ya que los ganados no vienen sino que son «acarreados». Otros creen que a esta fiesta la llamaban los antiguos Agnalia, de forma que se le habría quitado una letra en el lugar correspondiente. O bien, ¿Por qué la víctima siente miedo de los cuchillos que ve antes en el agua, se trasladó al día el apelativo de la agonía del animal?”

Virgilio, Geórgicas. III, 488 dice lo siguiente sobre el cuchillo inmolador: “Muchas veces, estando de pie la víctima junto al altar en medio del sacrificio de los dioses, al tiempo que la ínfula de lana ciñe su cabeza con nívea cinta, se desplomó moribunda junto a los vacilantes sacrificadores, o si el sacerdote había inmolado antes con el hierro a alguna, no arden sus entrañas puestas sobre los altares, ni el adivino consultado puede dar la respuesta y apenas si los cuchillos, puestos bajo su cuello, se tiñen de sangre y si la superficie de la arena se ennegrece con algo de materia”.

 Lucrecio, en obra la Naturaleza de las cosas I,129 nos habla sobre el uso del culter ante el altar:

"Estaba en pie del lado de las aras,
Y junto a él tapando los ministros 
El cuchillo, y que el pueblo derramaba
En su presencia lágrimas a mares"

 Ovidio, Fasti, IV, 413 y ss haba sobre el cuchillo y el hacha en la fiesta de Ceres: “[Sobre la fiesta de Ceres] pedid una paz perpetua y un caudillo amante de la paz. Conviene que ofrezcáis a la diosa la espelta y el honor de la sal que chisporrotea, y granos de incienso en los viejos fuegos; y, si falta el incienso, prended teas untadas: a la buena Cera le gustan las cosas pequeñas, con tal de que sean puras. Apartad los cuchillos del buey, oficiantes de túnica arremangada: que el buey labre; sacrificad a la marrana holgazana. El cuello que es apropiado para el yugo no debe herirlo el hacha”

Museo de Nápoles

Lucano, Farsalia, 612 describe su utilización: “Conduce al fuego de las aras santo gran toro, que eligió de inculta sierra; Vierte a Baco en su frente, observa estilo, De inmolación ya preparando el filo. Pero el bruto, rebelde a la cuchilla, Huye, y turba indomable el sacrificio; Ocurre agreste y válida cuadrilla De luchadores al robusto oficio; Y al suelo forcejando la rodilla, Tiende el cuchillo, y con infausto indicio No la cerviz herida sangre vierte, Llueve estigio licor, mancha a la muerte.”

Suetonio, Calígula. XXXII lo califica de sagrado: “Durante un sacrificio y en el momento en que iba a ser inmolada la víctima, se ciñó como los sacrificadores, y cogiendo el mazo, dio muerte al que presentaba el cuchillo sagrado”

Lucano, Farsalia, l, 610 de nuevo podemos leer datos sobre su descripción de utilización: "Acerca entonces a las aras sagradas un toro de escogida cerviz. Ya había comenzado a derramar sobre él el vino y a rociarlo, inclinando el cuchillo, de harina sacral y, reluctante por un tiempo la víctima a un sacrificio ingrato a los dioses”

Suetonio, Calígula, IV, 32.2-3, hace mención a los ministri que llevaban a cabo los sacrificios: “Cuando un mirmillón de la escuela de gladiadores, con el que hacía ejercicios de esgrima, se dejó caer voluntariamente al suelo, lo atravesó con un puñal de hierro y se puso a correr de un lado a otro con una palma a la manera de los vencedores. En cierta ocasión, cuando la víctima estaba ya ante el altar, él, con la ropa recogida en la cintura como los popas, levantó en alto su maza y sacrificó al cultrario"

Ovidio, Fastos, 335-349: “Se llama víctima al ser que ha caído a causa de la diestra victoriosa. Tiene el nombre de «enemiga» (hostia) por los de víctimas enemigos vencidos. Antes tenía poder para conciliar a los dioses con el hombre la harina y un grano brillante de sal pura. Todavía no había traído una nave extranjera, surcando las aguas del mar, la mirra, lágrimas destiladas de una corteza, ni el Éufrates había enviado el incienso ni el bálsamo la India, ni eran conocidos los hilos del rojizo azafrán. Un altar, contento con las hierbas sabinas, y el laurel, quemado con no chico crepitar, exhalaban el humo. Si había alguno que pudiera añadir a las coronas hechas con flores del prado las violetas, era rico. Este cuchillo que ahora abre las entrañas del toro abatido no tenia en las ceremonias oficio alguno”.

Pese a las numerosas menciones del cuchillo, las víctimas solían matarse empleando una dolabra pontificalis, una herramienta reconocible por su forma. Consistía en un mango alargado con un pico y un hacha de doble filo.

La primera cita que encontramos de ella es en Festus: "scena ab aliis, a quibusdam sacena appellatur dolabra pontificalis"

Relieve sacrificio toro. Museo del Palacio Real de Estocolmo

Isidoro XIX, 19, 11 nos explica su etimología: "Se llaman también dolabra porque tienen doble reborde (duo labra), mientras que la segur tiene sólo uno”

Todos estos instrumentos eran manejados por un personaje especial llamado popa, que actuaba como victimario. Mientras que el popa golpeaba a la víctima con un mazo o un hacha, y luego el cultrarius corta la garganta del animal.

 Suetonio, Calígula,  32: “Una vez, cuando estaba junto al altar vestido de popa, y la víctima fue criado, levantó la maza en lo alto y el cultrarius lo mató”

Para guardar las entrañas de los animales sacrificados se utilizaban unas ollae o marmitae que después solían ser revisadas por los arúspices. 

Tras el sacrificio, los dioses recibían las vísceras y la sangre, mientras que el pueblo, reunido en un banquete y realizando diversas plegarias, comía el resto del animal.

 Para finalizar, leamos estas líneas de la Farsalia de Lucano:

“Fiero ministro inalterable ofrece sacrificio tan impío a deidad vana”

Plurimam salutem!

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