Un tema interesante no sólo por descubrir el legado
en la actualidad sino también por el tema culinario, es saber qué platos se
servirían en un BANQUETE NUPCIAL, para
ello las fuentes serán nuestras guías.
En esta entrada nos centraremos en la opulencia de este tipo de banquetes como puede ocurrir en la actualidad y en los platos que se solían servir.
Sobre un Convivium Nuptiale podemos leer en Teofrasto, Cartas, III, 13 que se
llevaban a cabo grandes festines con parásitos incluidos: “tú mi genio
protector, que me has asignado y tocado en suerte, ¡qué malvado eres y cómo
me entristeces, teniéndome atado a la pobreza! Cuando no hay
una invitación, me obligas a comer perifollo y
ascidias o a recoger hierbas y llenar mi estómago bebiendo agua en la
fuente Enneacruno. Además, cuando el cuerpo, por encontrarse en su mejor
momento de vigor y de juventud, aguanta las afrentas y estaba de una etapa en
la que podía sufrir los golpes, el mal trato era algo soportable. Pero ahora,
una vez que ya me encuentro en la mitad del camino y que lo que me resta de
vida tiende a la vejez ¿cuál será el remedio de mis males? Necesito una soga de
Haliarto y me colgaré enfrente del Dipilón, a no ser que la fortuna quiera
otorgarme algún favor. Pero si se mantiene en las mismas, no pondré el yugo en
mi cuello hasta que disfrute de una mesa bien servida. En breve tendrá lugar
la boda, ilustre y que atrae la atención de todos. A ésta yo seré
invitado, sin duda alguna, bien para el primer o para el segundo día, pues en
las celebraciones nupciales se requieren diversiones y la presencia de
parásitos. Sin nosotros no hay fiesta en absoluto y el cortejo sería de
cerdos en lugar de seres humanos”
Para que todo fuera perfecto se sucedían las
compras en el mercado, así nos lo cuenta Plauto, Aulularia,
acto II. Escena IV, donde leemos los platos que se servían:
Ántrax: ¿con la hija de quién se casa?
Pitódico: Con la hija de Euclión, nuestro vecino de al lado. Por eso me
mandó dejar en su casa la mitad de la compra, a uno de los dos cocineros y a
una de las dos flautistas. […]
Ántrax: ¿Y es que este viejo no podía haber hecho la compra para la boda
de su hija con su dinero? […]
Ántrax: Ése es un cocinero de feria: cocina cada nueve días.
Pitódico: (a Ántrax) Cállate ya de una vez, coge el más gordo de los dos
corderos y entra en nuestra casa.
Escena
VII, donde descubrimos los elevados precios del pescado y la carne.
Euclión: Por fin me decidí hoy a hacer el esfuerzo de agasajarme con
motivo de la boda de mi hija. Voy al mercado y pregunto el precio del
pescado. Me lo dicen: está caro. La carne de cordero cara, la de buey
cara, la de ternera, el atún, la de cerdo, todo está caro, y tanto más caro
cuanto que yo no tenía ni un céntimo. […] Después mi voluntad se sumó a mi
opinión de celebrar la boda de mi hija con el menor gasto posible. […]
Escena
VIII, que nos habla del menú: congrio y murena acompañados de pan.
Ántrax: Dromón quítale las escamas al pescado; tú, Maquerión,
quítale el espinazo al congrio y a la murena. Voy a la casa de al lado a
pedir prestado el molde para cocer el pan. Tú si eres listo, deja ese
gallo mejor desplumado que un bailarín depilado.
ACTO
III. Escena II, nos habla que se podían alquilar los servicios de cocineros en el Forum Coquorum.
Congrión: Cállate, hemos venido a guisar para la boda.
Debido al abuso que se hacía en las bodas,
como bien leemos en Catulo, 62, 3:“Vespero está aquí, jóvenes, levantaos. Vespero, con dificultad, al fin
alza del Olimpo sus luces largo tiempo esperadas. Hora es de levantarse ya, de
dejar ya las mesas abundantes. Ya
llegara la novia, ya se cantara el Himeneo. !Oh, Himen Himeneo!!Oh, preséntate,
Himen Himeneo! fue necesario
legislar y limitar estos gastos, así nos los comenta Aulo Gelio. Noc. Att. 2, 24, 7 y 14: “Luego fue
votada la ley Licina, la cual, permitiendo gastar en ciertos días cien ases,
como la Fania, concedió doscientos para las bodas. […] Durante el
imperio de César Augusto, llegó al pueblo, la última, la ley Julia, por la cual
se fijaban doscientos sestercios para los días festivos; para las calendas, los
idus, las nonas y ciertas otras fiestas, trescientos; para las bodas y
tornabodas, mil”
Sobre la misma idea de
los elevados costes se centra Juvenal, Sátira, 6, 200: “Si
no estás dispuesto a amar a la mujer prometida y unida a ti por un contrato
legal, no hay motivo para que tires el
dinero en la cena y los pasteles que hay que darles a los invitados ya
indigestos al final de la ceremonia
ni el regalo de la noche de bodas, cuando en la rica deja brillan Dádico y
Germánico grabados en oro”.
El
día de la boda se comenzaba con el sacrificio de un cerdo, Varrón, D. R, II, 4:
“Al comienzo de
una boda los antiguos reyes y
personalidades de Etruria inmolaban un cerdo, antes de la unión nupcial.
También los primitivos latinos y los griegos en Italia lo hacían. También
nuestras mujeres, mayormente las nodrizas, llaman “porcum” a la naturaleza
femenina de las doncellas y las griegas “choeron” significando señal de nupcias”.
Para continuar con un banquete en el que se
servían un gran número de platos.
Son varios los ejemplos de convivia que nos han llegado de la antigüedad,
por ejemplo en Ateneo, IV, 128a-130d podemos leer el menú de las
nupcias de Cárano:
“En Macedonia, cuando Cárano celebró sus bodas los
invitados fueron veinte. En cuanto se recostaron a la mesa, se les
entregaron como regalo sendas copas de plata. Además, previamente los coronaron a todos, antes de entrar, con una
tiara de oro. Una vez que vaciaron sus copas, les dieron en sendas fuentes
de bronce un pan del mismo ancho,
así como aves y patos, además de palomas torcaces, un ganso y otra gran
cantidad de manjares de este tipo en un montón.
Se pasaban para comer otras muchas viandas y, tras ellas, una segunda
fuente de plata con un nuevo pan, así
como gansos, liebres, cabritos, otros panes especialmente preparados, pichones,
tórtolas, perdices y gran cantidad del resto de las volátiles. […] cuando ya nosotros estábamos
agradablemente alejados de la sobriedad, irrumpieron unas flautistas, cantantes
y tañedoras de sambuca rodias, a mí me pareció que desnudas, pero algunos
decían que llevaban túnicas; También se presentaron otras jóvenes portando cada
una dos frascos de perfume, uno de
plata y otro de oro, que nos entregaron a cada uno. A continuación se trajo una
fuente de plata con baño de oro con una masa de cerdo asado y muy grande, que estaba puesto de espaldas, mostrando por arriba el estómago, relleno
de todo tipo de cosas buenas. En su interior había, asados al mismo tiempo,
zorzales, patos, papafigos, yemas de huevo vertidas encima, ostras y vieras.
Tras ello, después que bebimos, tomamos cada uno un cabrito hirviendo, con una fuente del mismo estilo y cucharas de
oro. […] cuando nos despedimos de los
danzarines y acróbatas, nos recibió de nuevo una bebida caliente sin mezcla, habiendo a nuestra disposición vinos de
Tasos, Mende y Lesbos, y nos trajeron sendas copas de oro, muy grandes. Y
tras la bebida, una fuente de vidrio, colocada en un recipiente de plata, llena
de toda clase de pescados asados reunidos y nos ofrecieron una panera de plata
con panes de Capadocia, de los que
comimos una parte y entregamos la mitad a los esclavos. De nuevo nos lavamos
las manos y nos ofrecieron coronas y perfumes. [Tras un brindis] entró un coro
de cien hombres que cantaban armoniosamente un himno de bodas. […] Nos
sirvieron a cada uno, en fuentes cuadradas con filetes de oro, auténticos jabalíes de Erimanto, atravesados con
venablos de plata. […] por último se trajeron las mesas de postres, y se
ofrecieron a todos golosinas en
cestas trenzadas de marfil, pasteles de
cada variedad: de Creta, de los de tu tierra de Samos y de Atenas. Después
de eso nos levantamos y nos pusimos a despedirnos, sobrios ¡por los dioses!, en
nuestro temor por las riquezas que nos llevábamos”
Otro
ejemplo muy interesante lo encontramos en Ausonio, Cento Nuptialis,
XIX en el que los platos fuertes fueron aves, peces, cabritos, corderos,
ciervos y corzos procedentes de la caza, vino y exquisitos frutos:
“El día ansiado había
llegado / y al digno himeneo / madres y hombres, / jóvenes a
los ojos de sus padres / vienen y se
tiende sobre lecho de púrpura. / Dan los criados
agua a las manos / y cargan en cestos los dones de
la amasada Ceres / y de caza suculenta / las asadas entrañas traen. / Gran
cantidad de platos: / la raza de
las aves y animales domésticos, / y cabras gregarias /
no faltan allí, / ni ovejas ni cabritos topadores, / ni la raza acuática,
/ corzos ni ciervos huidizos. / Ante los
ojos y en las manos hay / frutas maduras. /
Cuando el hambre está calmada y el
deseo de comer satisfecho, / se colocan grandes crateras / y ofrecen vino de Baco. /
Cantan sacras canciones, / aplauden a
los coros de danzantes y recitan poemas. / Y el
sacerdote tracio, de largo vestido, hace hablar
los siete intervalos de las notas con ritmos. / Desde otro lugar / la flauta ofrece su canto de doble agujero/ Un descanso común para todas las fatigas / y juntos de
las solitarias mesas se
levantan, / por los alegres alrededores
numerosos / pasean y se
cruzan a su vez / el pueblo y los senadores, /
las matronas, los niños, / y llenan de
voz los amplios atrios: cuelgan lámparas
de los techos dorados. /
No podría faltar la pequeña torta nupcial, llamada MVSTACEVM de la que hablaremos en la próxima entrada, ¡no os la podéis perder!
Plurimam salutem!