Al escuchar el nombre de Marco
Gavio Apicio reconocemos a uno de los mayores gastrónomos de la época de
Tiberio (14-37 d.C.), autor del tratado culinario DE RE
COQVINARIA en el que se recogen un gran número de recetas
dirigidas principalmente a la élite. Ha pasado a la historia por sus inventos
culinarios, por su glotonería y sus extravagancias.
Para saber más de él sería
interesante acudir a las fuentes clásicas y conocer qué dicen de nuestro
gourmet.
FUENTES CLÁSICAS SOBRE APICIO
Sobre la época en la que vivió Ateneo, I, 7 B nos dice:
“Vivió en
tiempos de Tiberio un hombre llamado Apicio, un millonario voluptuoso, por
el cual muchos tipos de pasteles se llaman “apicios”. Éste se había
gastado en su estómago muchos miles en
Minturnas (ciudad de Campania), pasaba
la mayor parte del tiempo comiendo costosas gambas, que son allí, mayores
que las más grandes de Esmirna y que los bogavantes de Alejandría. Pues bien,
cuando oyó decir que también en Libia
las había enormes, se hizo a la mar sin esperar un solo día. Y cuando, tras
sufrir mucho durante la travesía, llegó cerca de aquellos lugares, antes de que
desembarcara de la nave unos pescadores que navegaban a su encuentro les
ofrecieron sus más hermosas gambas. Él, al verlas, les preguntó si las tenían
mayores, y al responderle que no las había más grandes que las de Minturnas,
ordenó al piloto hacer la misma ruta de regreso a Italia sin acercarse a
tierra”
También Séneca, Epístola,
95 nos proporciona información indirecta sobre Apicio al hablar de Tiberio. Tras
la lectura del fragmento se concluye que nuestro gourmet disponía y gastaba
mucho dinero en comida y banquetes:
“Tiberio César a quien habían regalado un salmonete de enorme tamaño -¿por qué no indico
también el peso y estimulo la gula de algunos?: decían que pesaba cuatro libras
y media, habiendo ordenado que fuese llevado al mercado para ser vendido, dijo:
« ¡Amigos!, me engañó completamente si no es Apicio" o Publio Octavio
quien compra este salmonete. Se verificó más allá de lo esperado: hicieron sus
ofertas, Octavio se impuso y consiguió notable gloria entre los suyos porque
había comprado al precio de cinco mil sestercios el pez que el César había
vendido y que ni siquiera Apicio había
podido comprar”
Tácito, Anales, IV, 1, hablando de
Tiberio comenta la misma idea que hemos extraído anteriormente: “Nacido en Bolsena e
hijo del caballero romano Seyo Estrabón, perteneció en su primera juventud al círculo de Gayo César,
nieto del divino Augusto, sin que faltara el rumor de que había vendido torpes
favores a Apicio, un rico derrochador”
Sobre su oficio Tertuliano,
De Anima, 33, 4 nos confirma su gusto por la cocina y el lujo:
“Acaso no ha de tener aquella alma más bien descanso que suplicio, puesto
que encontró un funeral entre valiosísimos
cocineros, que humea con los condimentos de Apicio y de Lurconio”
Séneca
en De vita beata escribió lo siguiente:
"He aquí a Nomentano y Apicio, que guisan todas las viandas o, como
dicen ellos, todos los bienes de la tierra y del mar, y que disfrutan en la
mesa de animales de todos los países".
Séneca, Epístola, 120, 19, “algunos
que «rivalizan... en festines con Apicio”.
Marcial, II, LXXXIX nos explica el
gusto por el lujo como una característica de nuestro protagonista:
“El que te goces en prolongar la velada con vino en exceso, te lo perdono: tienes,
Gauro, el defecto de Catón. El que escribas versos con nula inspiración de las
musas ni de Apolo, te lo debo alabar: eso que tienes de Cicerón. Que vomitas, eso
es de Antonio; que te gusta el lujo,
cosa de Apicio…”
De nuevo Marcial, II, LXIX comenta la
inclinación de Apicio por los banquetes:
“Dices, Clásico, que cenas fuera de casa muy contra tu voluntad; que me muera,
Clásico, si no mientes. Incluso al mismo
Apicio le gustaba salir a cenar, y cuando cenaba en casa, estaba bastante
triste. No obstante, si vas a la fuerza, ¿por qué vas, Clásico? —“Me veo
forzado”, dices...”
Para conocer sobre su muerte-suicidio, Séneca, Consolación
a Helvia, 10, 8-9 nos narra:
“Menos dichoso que vivió en nuestros días aquel Apicio que,
en una ciudad de donde en otro tiempo se expulsaba a los filósofos como
corruptores de la juventud, puso escuela de glotonería, infestando su siglo con
vergonzosas doctrinas. Pero conviene
referir su fin. Habiendo gastado en
la cocina un millón de sestercios y disipado en comidas los regalos de los
príncipes y la inmensa renta del Capitolio, agobiado de deudas, viose
obligado a examinar sus cuentas, y lo hizo por primera vez: calculó que
solamente la quedaban diez millones de sestercios, y creyendo que vivir con
diez millones de sestercios era vivir en extrema miseria, puso fin a su vida con el veneno. ¡Cuánto desorden el de aquel
hombre para quien diez millones de sestercios eran la miseria! Considera ahora
si es el estado de nuestro caudal y no el de nuestra alma el que importa para
nuestra felicidad”
Marcial,
III, XXII también habla de cómo se
quitó la vida:
“Ya habías entregado, Apicio, a tu
glotonería sesenta millones de sestercios, y aún te quedaban unos diez millones
largos. Preocupado por no poder sobrellevar el hambre y la sed, tomaste como
última bebida una copa de veneno.
Nunca te manifestaste más glotón que entonces, Apicio.”
E
Isidoro, en sus Etimologías, XX, 1:
“El
inventor de los preparativos culinarios fue un tal Apicio, quien encontró una muerte voluntaria en el abuso de las
buenas comidas; y con razón, porque quien se somete como esclavo a la gula
y a la glotonería mata tanto si alma como su cuerpo”
Sobre
la causa de su muerte Juvenal, Sátira XI afirma:
“Si Ático
cena opíparamente es tenido por elegante, si lo hace Rútilo, por loco. ¿Qué es
lo que el vulgo recibe con mayores carcajadas que un Apicio empobrecido?”
Sobre sus inventos y extravagancias podemos leer
en Plinio el Viejo, Naturalis Historia,
10, 133:
“Que la lengua de flamenco es de un sabor
exquisito nos lo enseñó Apicio, el paladar más refinado de todos los despilfarradores”
Plinio el
Viejo, Naturalis Historia, 8, 209:
“Se aplica una técnica al hígado de
las hembras del cerdo como al de las ocas, invento de M. Apicio; se las
engorda con higos secos y se las mata de repente de hartura al darles de beber
vino con miel”
Plinio el
Viejo, Naturalis Historia, 9,66:
“M. Apicio, de ingenio nato para todo tipo de refinamientos, llegó a la
conclusión de que lo mejor era ahogar
los salmonetes en garo del consorcio y obtener del hígado una salsa”
Como
hemos podido comprobar que son muchas las referencias a Apicio en las fuentes
clásicas, cosa que no es de extrañar.
Un personaje peculiar con gustos peculiares
Plurimam salutem!