MEJORES DESEOS DE FELICIDAD Y AMOR EN ESTOS
DÍAS.
Y
FELIZ AÑO NUEVO
Blog sobre cocina romana antigua y otros aspectos del mundo antiguo, principalmente su legado en la actualidad.
Hace unas semanas hablamos de las diferentes peras que se conocían en el mundo clásico. En esta ocasión veremos cómo se cultivaban y conservaban.
CULTIVO
Y CONSERVACIÓN
Las peras se ponen en conserva en
buen tiempo desde el día veintidós al veintiocho del cuarto menguante. La fruta recogida seca y a mano
desde la segunda hora a la quinta o desde la séptima a la décima -seleccionando
escrupulosamente de la que haya caído, la que esté entera, tirando la dura y
algo verde- se introduce en un recipiente untado en pez que se cierra con una
tapadera y se pone boca abajo enterrándolo en un sitio que tenga cerca agua
corriente permanentemente. O también, las que tienen dura la pulpa y la piel se
ponen primero en un montón; cuando empiezan a ablandar, se meten en un
recipiente de barro bien cocido y untado de pez y, poniéndoles por encima una tapadera,
se recubren de yeso. El recipiente se introduce en un hoyo pequeño en un sitio
que le dé diariamente el sol. La mayoría
conservan las peras metiéndolas entre la paja o el grano. Hay otros que las
cogen con sus rabos y en seguida las meten en orzas untadas con pez, y después
de cerrar la boca de los recipientes con yeso o pez, las protegen de la
intemperie cubriéndolas con arena. Otros conservan las peras en miel para
evitar que estén en contacto. Otra fórmula es secar al sol las peras partidas y sin pepitas. Hay algunos que
espuman agua salada cuando lo entra en ebullición por el calor y, después,
cuando ya está fría, le echan las peras a conservar; luego, al cabo de un
ratito, las sacan y las meten en un jarro con su orificio tapado para
conservarlas. O bien se dejan estar en agua
fría salada un día y una noche, luego se maceran en agua natural por
espacio de dos días y después se guardan bañadas en arrope, vino de uva pasa, o
vino dulce”
Plinio, HN, XV, 17 también nos presenta muchas recomendaciones para su conservación: “Las peras se entierran en hoyos dentro de vasijas de barro barnizadas de pez y boca abajo. Las tarentinas son las que se cogen más tarde. Las anicianas se conservan también en vino de uvas pasas. […] Del mismo modo se actúa con las serbas y las peras, untando los respectivos pecíolos de pez. Respecto a las tinajas, que se pongan lejos del agua. Hay algunos que las conservan así, con sus propias ramas, hundiendo ambas puntas en una cebolla albarrana; otros, en tinajas que contengan vino sin que toque las uvas; algunos dejan las manzanas flotando con sus cazuelas de barro y, con tal fórmula, consideran que se da además aroma al vino. Hay otros que prefieren conservar todos estos productos en mijo; pero la mayoría, en hoyos de dos pies de profundidad, pisados de arena, con una tapa de barro y luego recubiertos de tierra. Hay quienes untan con greda de alfarero incluso las uvas, las cuelgan después de secarlas al sol y, en el momento de consumirlas, les lavan la arcilla. La misma arcilla se amasa con vino en el caso de las demás frutas. […]Otros le asignan a cada manzana o pera su correspondiente tarrina de barro y, después de taparlas con pez, las meten a su vez dentro de una tinaja. También hay algunos que las ponen entre vellones de lana en cajas que forran con una capa de barro mezclado con pajas; otros hacen esto mismo en cazuelas de barro y algunos también en hoyos pisados de arena, tapándolos seguidamente con tierra seca”
Al igual que hoy en día son muchas las variedades de peras que podemos encontrar en el mercado. Todas ellas se diferencian por su procedencia, calibre, sabor, olor, color, forma,…esta clasificación también la encontramos en la antigüedad. Así pues, veamos qué nos cuentan los autores clásicos sobre esta exquisita fruta que ya aparece citada por Homero en la Odisea, VII, 112 y ss: “Por de fuera del patio se extiende un gran huerto, cercadas en redor por un fuerte vallado sus cuatro fanegas; unos árboles crecen allá corpulentos, frondosos: hay perales, granados, manzanos de espléndidas pomas; hay higueras que dan higos dulces, cuajados, y olivos. En sus ramas jamás falta el fruto ni llega a extinguirse, que es perenne en verano e invierno; y al soplo continuo del poniente germinan los unos, maduran los otros: a la poma sucede la poma, la pera a la pera, el racimo se deja un racimo y el higo otro higo”
En esta ocasión nos vamos a centrar en cómo se secaba la carne para poder ser conservada y transportada para ser consumida en cualquier momento por soldados, viajeros, ganaderos, cazadores, etc. A su vez, consistía en un alimento con un valor proteico y nutricional alto.
Hoy en día continuamos desecando
la carne, de todos es bien conocida nuestra famosa cecina.
Encontramos en dos autores
clásicos la forma de llevarla a cabo. Acudamos a ellos para descubrir cómo se
realizaba.
En primer lugar, destacar que la climatología
es primordial para su elaboración, es
importante un clima seco y frío para poder prepararla con mayor éxito.
La primera mención que encontramos a este método de conservación nos la ha transmitido Ateneo, III, 96 b aunque no es muy explícito en su elaboración y se refiere a unas manos de cerdo. La cita dice: “Antifanes, en El parasito [PCG II, ir. 183]: A— Manos de cerdo curadas”
Nos llama la atención que no difiere mucho del método de elaboración actual, en el que la sal, el frío y el fuego son los tres elementos que entran en acción.
Columela dice lo siguiente:
“Dos modos de salar y conservar la cecina de cerdo. Hasta aquí hemos hablado bastante del aceite, pasemos ahora a objetos de menos entidad. Conviene no dejar beber a animal alguno el día antes de matarlo, y sobre todo al cerdo, para que su carne esté más seca: pues si bebiere estará más húmeda la cecina. Por consiguiente, después de haberlo matado cuando tenga sed, lo deshuesarás bien: pues esto hace la cecina menos defectuosa y más durable. En seguida, así que lo hayas deshuesado lo salarás con cuidado con sal tostada, y no muy menuda, sino quebrantada con la muela suspendida y sobre todo se echará más sal en aquellas partes en que se han dejado los huesos, y después de haber colocado encima del sobrado las badanas o pedazos, se les cargarán pesos considerables para hacer echar fuera la sanguaza. A los tres días quitarás los pesos y frotarás exactamente con la mano la carne o tocino salado; y cuando quieras volverlo a poner en el mismo sitio, lo polvorearás antes con sal molida y menuda, y no dejarás pasar un día sin frotarlo hasta que esté en su punto. Y si el tiempo fuere sereno durante aquellos días en que se frota la carne, se la dejará en la sal nueve días; pero si fuere nebuloso o de lluvias, convendrá llevar la carne salada a la laguna a los once o doce días, sacudirle la sal antes, en seguida lavarla con cuidado, de suerte que en ninguna parte quede sal pegada, y después de haberla secado un poco, colgarla en la despensa de un garabato, donde llegue algún humo que acabe de secar la humedad que pueda quedarle. Esta salazón podrá hacerse cómodamente en la menguante de la luna, principalmente en el solsticio de invierno, pero aun también en el mes de Febrero”
Columela nos comenta cómo hacer
esta cecina en lugares donde la climatología es más cálida o en otra estación
que no sea el invierno:
Plurimam salutem!
Con la llegada del otoño y los cambios de temperatura, vamos a investigar sobre un tema muy interesante y curioso.
Sabemos que hoy en día aquellas personas
cuya herramienta de trabajo es la voz, la cuidan con esmero: hidratándola, con
ejercicios de calentamiento, con una alimentación adecuada, respetando los
límites de su voz, no gritando, etc. Todas estas técnicas ya se empleaban en el
mundo grecorromano. Así pues, veamos qué nos cuentan los autores clásicos al
respecto.
Cómo se
recomendaba calentar
la voz.
Aristóteles,
Problemas, 901 a y b, 22 nos habla
sobre la importancia de ejercitar la voz en ayunas y al levantarse: “¿Por qué a los que gritan después de las comidas se les
estropea la voz? Y podríamos ver que todos los que declaman, como actores, coristas y otros similares, hacen sus
ejercicios al amanecer y en ayunas. […]Por eso ni los que tienen fiebre ni
los que han padecido una fiebre fuerte pueden cantar inmediatamente después de
la remisión de la fiebre: pues la faringe se les ha puesto áspera debido al
calor. Después de las comidas, es
probable que el aire interno sea abundante y caliente; un aire así es
lógico que al salir hiera y deje áspera la tráquea: cuando sucede esto, es
normal que la voz se estropee”.
De nuevo hace mención al calentamiento de
la voz en ayunas y al amanecer en Problemas,
904 b, 46: “¿Por
qué se rompe más la voz estando borrachos que sobrios? ¿Es porque al estar
saturados se rompe la voz rápidamente?'". La prueba de esto es lo
siguiente: ni los coros ni los actores
ensayan después de comer, sino estando en ayunas. Durante la borrachera,
como están más llenos, lógicamente se les rompe más la voz”
Sobre qué alimentos consumir para cuidar la voz, lo primero que nos dice en Aristóteles es no abusar en la mesa pues puede repercutir en el cuidado de la voz, así lo manifiesta Ateneo VIII, 343 E cuando nos refiere una historia sobre un actor trágico llamado Leonteo que por su afición a la comida tuvo problemas de voz: “Aficionado al buen yantar era también Leonteo de Argos el trágico [TrGF I 242], discípulo de Atenión, que fue sirviente del rey Juba de Mauritania, según dice Amaranto en sus libros Sobre la escena teatral, afirmando que Juba compuso para él el siguiente epigrama [FGrH 275, fr. 104 = F GE, fr. 1], en ocasión de una mala interpretación de su Hipsipila:
No me mires a mí, un eco de
Leonteo el trágico, devorador de cardos,
cuando dirijas la mirada al maligno corazón de Hipsipila. Que antaño fui yo
amigo de Baco, y él no admiraba tanto con sus orejas de lóbulos de oro ninguna
otra voz. En cambio ahora, trébedes,
cacharros y sartenes secas a me han privado de voz por complacer a mi estómago”
Totalmente
lo contrario al consejo de Aristóteles leemos en Plutarco, Moralia, 349 a, 10-13 que era conveniente una comida copiosa antes
de salir a cantar: “Los que sufragaban los coros ofrecían a los coreutas anguilas, lechugas tiernas, perniles y el
tuétano. Les daban espléndidos banquetes durante todo el tiempo en que
ejercitaban sus voces y llevaban una vida regalada”
También
Ateneo, XIV, 17, 51 propone el consumo de sustancias viscosas como el congrio: “Pero Amoibée,
que casualmente se encontró con él, le respondió muy apropiadamente con este
pasaje de la Citharède de Clearque: “Devora un congrio blanco con todas estas sustancias
viscosas; fortalece el pecho y hace que nuestra voz sea muy clara”
Algo
parecido encontramos en Aristóteles, Problemas,
903 b, 39 que aconseja el uso de puerros y ajos para aclarar la voz gracias
a su viscosidad: “¿Por
qué los puerros convienen para tener
buena voz, dado que también van bien para las perdices? ¿Es porque los ajos hervidos suavizan, y los puerros tienen una cierta
viscosidad? Eso aclara la garganta”
En
Dioscórides encontramos recomendaciones sobre el uso de diferentes plantas
medicinales que podrían ayudar a preservar y mejorar la voz:
Dioscórides,
habla del uno del rejalgar, un sulfuro de arsénico que es útil para purificar
la voz: “Ha de preferirse el
rejalgar de color intenso, rojo, [desmenuzable], fácil de majar y puro, el que
se parece al cinabrio en el color y tiene además un olor semejante al
del azufre. […] En electuario con miel purifica la voz y,
mezclado con resina, es el mejor remedio bebido para los que jadean” (V, 105)
El empleo
de vinagre de cebolla albarrana suaviza la voz “sorbido, hace fuerte <y dura> la garganta y vuelve
el sonido de la voz intenso y claro” (V, 17)
“El siluro fresco,
comido, es nutritivo y beneficioso para el vientre; salado no es nutritivo pero
purifica la tráquea y hace la voz bien
templada” (II, 27)
Dioscórides
habla de la “Asa dulce.
Nace en lugares de Siria, Armenia, Media y Libia. Su tallo se llama
máspeton y es comparable a la cañaheja. Tiene las hojas semejantes
al apio, la semilla es ancha <como una
hoja y se llama magýdaris.>[…]. {5} Beneficia
en las asperezas duraderas de la garganta y purifica al momento la voz
súbitamente enronquecida, disuelta en agua y tragada; retrae la úvula hinchada,
en ungüento con miel, y es beneficiosa para los que sufren de anginas su
gargarismo con aguamiel” (III, 80)
Tras el descanso estival, volvemos de nuevo a la marcha, con las fuerzas renovadas y cargados de ilusión.
Comenzaremos la temporada con un dulce de queso que nos ha legado Ateneo XIV, 647 d- e:
"En cuanto al phthois, se hace así: se exprime un poco de queso, se tritura, se pasa por un colador de cobre y se echa un poco de miel, una hemina de harina fina y se amasa todo para incorporarlo"
POSIBLE ADAPTACIÓN DE LA RECETA
Ingredientes
200 gr de queso cheddar o requesón
60 gr de miel
100 gr de harina
Aceite para untar la bandeja del horno
Elaboración
En primer lugar, rallaremos el queso, en el caso de ser cheddar o lo desmenuzamos, si se trata del requesón.
A continuación, lo incorporamos en la harina y lo amasamos bien.
Cuando veamos que se ha conseguido una masa homogénea y blanda, añadimos la miel y volvemos a amasar.
Después dejaremos reposar la masa, bien tapada, como mínimo una hora.
Trascurrido ese tiempo, con la ayuda de un rodillo y sobre una superficie enharinada, extenderemos la masa para hacer pequeñas tortitas.
Colocaremos las tortitas en una bandeja de horno, impregnada de aceite y las doraremos durante unos 15 0 20 minutos a unos 180 º.
Se pueden servir con miel, patés salados o dulces, frutas o frutos secos.
¡Están deliciosas!
Prosit!
Plurimam salutem!!
Tras la noche mágica de San Juan, resulta interesante descubrir el uso mágico que se realizaba de la Salvia en el mundo antiguo.
Su empleo en medicina era parecido al de hoy en día. Era considerada una planta antiséptica, digestiva, diurética, febrífuga, anti diaforética, emenagoga, expectorantes, mucolítica y galactófaga.
Veamos su USO
MÉDICO
Hipócrates, Sobre la
naturaleza de la mujer, 32 la incluye dentro de las hierbas saludables: “Sustancias aromáticas: ajedrea, tomillo, brezo
blanco, corazoncillo, adormidera blanca, raíces y grano de hinojo marino, raíz
de malva, simiente y hojas de mercurial, simiente de ortiga, de salvia y de álamo, díctamo, falso
díctamo, amomo, cardamomo, eristion, aristoloquia, castóreo, culantrillo,
dragontea, peucédano, simiente de ruda, de apio, de hinojo y de hinojo
silvestre, simiente y raíz de saponaria, hisopo cilicio, erísimo, peonía y
pánace. De todas estas plantas, se puede utilizar la que se quiera, mezcladas o
por separado, y cocidas en agua o dadas a beber en vino, del modo en que se
desee. Son sustancias buenas y
purificadoras además de calmantes de los dolores. También se puede dar a
beber en agua raíz de malva”
Hipócrates, Sobre la dieta,
45: “El grano del lino es nutritivo y
astringente; y tiene algo de refrescante también. Las semillas de salvia tienen efectos muy parecidos”
Hipócrates, Sobre la dieta,
53: “La salvia es seca y astringente”
Dioscórides, III, 33: {2} La decocción de sus hojas y ramas bebida tiene la
virtud de facilitar la micción, de provocar la menstruación y el parto, y
socorrer en las picaduras de pastinaca. Ennegrece los cabellos, es vulneraria, detiene la hemorragia y depura
en las úlceras malignas. La decocción de hojas y ramas con vino, en enjuagues,
hace cesar los escozores de las partes pudendas.”
Paladio, XIV, 14,3 nos habla del
uso de la salvia para las afecciones en
el cuello: “Si en la labor se magulla el
cuello, es un remedio muy eficaz practicar una sangría en la oreja o, en su
defecto, triturar la hierba que se
denomina salvia con sal y ponerla de emplasto […] Si, por causa de la
inflamación de la cerviz, rechaza totalmente el yugo, hay que concederle un
descanso del laboreo de unos pocos días y, entonces, debe frotarse la cerviz
con agua fría y extenderle litargirio. Por su parte, Celso recomienda para la
hinchazón de la cerviz machacar la hierba que se denomina salvia y aplicarla
del modo que he indicado antes”
Paladio, XIV, 35, 3 también la
utiliza para sanar a las ovejas: “Las ovejas se conservarán sanas si, al comenzar la
primavera, se les mezcla en la bebida salvia
de montaña y marrubio machacados juntos durante catorce días. Esta receta
se repetirá también en el otoño. Les irá bien, a las que ya están enfermas,
paja de cítiso o raíces de cañas”
Plutarco, Moralia, III,
647 D habla de la salvia como un gran remedio para conciliar el sueño: “Y la flor de
la alheña, el azafrán y la salvia inducen a los bebedores a un sueño
apacible, pues tienen una fragancia suave y favorable, que disipa
plácidamente las anomalías y brusquedades que se dan en el cuerpo de los que se
embriagan”
Hipócrates, Sobre las
enfermedades, II, 47 A: “Perineumonía […] Tiene el mayor riesgo en el
séptimo o en el decimocuarto día. Una vez que ha superado los dieciocho días,
ya no está para morir; pero arroja pus, le duele el pecho y tose. Cuando
presente estos síntomas, dale a beber en
ayunas la preparación de salvia y que tome puré de legumbres, añadiéndole
bastante grasa, si es que no hace calor. Y si hace, que no lo tome sino que
ingiera alimentos salados y grasos y productos del mar, mejor que carnes. Y si
no te parece que está debidamente purgado, prescríbele inyecciones e
inhalaciones. Si el pus está espeso, inhalaciones; pero si está ligero,
inyecciones. Que tome cuantos más alimentos pueda; pero que se abstenga de los
agrios, de las carnes de vaca, de cerdo y de lechón”
Hipócrates, Sobre las
enfermedades, II, 54 A: “Cuando un lóbulo del pulmón está distendido […]
En este caso aplícale fomentos donde tenga dolor y dale primeramente a tomar
centáurea, pastinaca y hojas de salvia
trituradas; echa encima miel y vinagre y agua; dáselo a tomar en forma de
caldo; que tome previamente el jugo de una decocción de cebada mondada y que
beba además vino rebajado con agua. Cuando haya cesado el dolor, tras machacar y tamizar finamente salvia,
hipérico, erysimo y harina de cebada, a partes iguales, échalo sobre vino
mezclado (con agua) y dáselo a beber en ayunas. Y si no hace calor, dale a
tomar una sopa de legumbres sin sal. Pero si hace calor, que ingiera alimentos
lo más suaves posible, sin sal y sin grasa. Y cuando ya esté su cuerpo en buena
forma, cauteriza el pecho y la espalda.”
Hipócrates, Sobre las
enfermedades, II,64: “Enfermedad del hipo […]Si a los veinte días expectora pus, que beba,
tras picarlo y cribarlo, salvia,
ruda, ajedrea, orégano e hipérico, mezclándolo a partes iguales, en total
cuanto quepa en un escafis pequeño y una cantidad igual de harina de cebada,
sobre vino dulce rebajado; que lo beba en ayunas”
Hipócrates, Sobre las
afecciones, 38: “Las partes inflamadas refrescarlas con
cataplasmas, y las tales cataplasmas que sean acelgas hervidas en agua, o apio,
u hojas de olivo, de higuera, de saúco, de zarza, o de granado dulce, estas
cosas utilizarlas hervidas, mientras que crudas las hojas del espino, o del
agnocasto, o de la salvia, o de la
lechetrezna, o poleo verde, o puerros, o apios, o cilantro u hojas de glasto”
Hipócrates, Sobre el uso de
los líquidos, III, 2: “Normas de
uso: en cuantas afecciones precisan afusiones, inyecciones o baños para lograr
refrigeración, se usa como el agua más fría; en cuantas astricción, el vino
tinto también para empapar hilas de lana, como también se empapan hojas de
peral o vendas en la mayor parte de los
casos; y vino blanco en cuantas también se precisa astricción, como por ejemplo
hojas de hiedra, y en cuantas se precisan medicamentos más astringentes y
secos, como por ejemplo el cisto y la zarzamora , el zumaque curtiente, la salvia , y cuantas es preciso
ablandar, como la harina cocida.
Su empleo en afecciones femeninas
era muy amplio.
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres I, 43: “Si la leche se retira […] Son buenos
por igual el hinojo silvestre, el apio caballar y el codeso. Todo esto junto
hace producir mucha leche y la aumenta [lo mismo que la leche de] las cabras de
Esciro y, sobre todo, su queso. También es bueno el cocimiento de salvia,
y añadiendo a él el jugo de bayas de enebro
o de cedro con vino, que lo beba”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres I, 57: “Si la matriz se llena de pituita, dentro
se producen gases y la menstruación baja en menor cantidad, de color blanco y
pituitosa […] Que se abstenga de alimentos amargos y si siente peso, frío y
entumecimiento, darle leche y vino oloroso; que beba en ayunas corazoncillo, grano de lino y salvia en vino oloroso
rebajado”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres I, 63: “Si la matriz se ha ulcerado, libera
sangre y pus, y hay un fuerte olor
[…] Triturar y mezclar todo bien fino y
diluir en vino blanco dulce. Después, cocer hasta que tenga el espesor de la
miel. Dar para untar con este preparado dos veces al día, después de que la
mujer se haya lavado con agua tibia en
la que hay que cocer jara y salvia.
Una vez que le parezca al médico que después de este tratamiento está mejor,
que le haga beber en prevención durante un día leche hervida de cabra y después
de vaca del mismo modo que en el caso anterior”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres I, 66: “Todas las úlceras que se producen en la matriz a causa de un aborto o por otra razón, conviene
curarlas prestando atención a todo el cuerpo y siguiendo el tratamiento que se
juzgue necesario […] Conviene tratar la matriz del modo que sigue: primero
fumigar con agua de cocimiento de hojas de saúco. Tras la fumigación, hacer un
lavado con ungüento hecho con posos de vino. Si hay gangrena en las úlceras y
flujo maloliente, con ungüento apenas rebajado, y si no, con ungüento más
mezclado con agua. Después de los posos de vino, hacer el lavado con agua y en el agua hervir mirto, laurel y salvia,
y tras esto, la irrigación se hará con vino blanco puro tibio”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres I, 78: “Irrigaciones para llagas no recientes […] O cocer en agua salvia y corazoncillo y
hacer una irrigación con el agua”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres I, 80: “Irrigación en caso de saturación de bilis
[…] Esta nueva irrigación se puede hacer también cociendo hojas de junco,
corazoncillo y salvia en vino tinto
oloroso, o bien con agua de col y en ella cocer mercurial y un poco de
nitro y hacer la irrigación. Se puede preparar una medida líquida de cohombro
con aceite de narciso o de lirio y hacer una irrigación tibia”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres I, 84: “Bueno en toda
enfermedad para abrir el orificio del útero y para limpiarlo es utilizar un
triturado de un poco de mirra, salvia y
anís”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres II, 121: “Este tipo de
flujo se produce cuando la sangre que se elimina se vuelve algo biliosa y no
hay purgación. Cuando la situación está así, hay que administrar un
medicamento: si la enferma es fuerte, que esté compuesto de eléboro, y si es
débil, administrar raíz purgante 16 y cohombro; tiempo después, administrar
leche de cabra o bien purgar por abajo con un medicamento que libere la bilis y
la pituita. Irrigar la matriz con
preparado de infusión de col y que beba salvia, corazoncillo y grano de lino,
la misma cantidad de cada uno en vino tinto astringente; darlo a beber en
ayunas […] Hacer que la enferma se lave
con agua tibia de mirra y salvia, que tome alimentos que no estén ni
salados ni agrios para que la orina no sea irritante, y que no pruebe productos
de mar, ni carne de vaca, oveja ni cerdo; las demás carnes que las tome
cocidas.”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres II, 124: “En los casos en que la matriz no se retira del
corazón, triturar simiente de puerro y adormidera, diluirlas en un ciato de
agua y darlo a beber. También ayuda
beber un ciato de vinagre blanco, o bien simiente de enebro y salvia y con
ellos vinagre o vino; conviene calentar esto. También se puede utilizar grasa
de ganso y cerato resinoso; fundir en ellos pez y aplicarlos en pesario”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres II, 129: “Si la matriz se desplaza hacia los costados,
sobrevienen una tos fuerte y un dolor en el costado […] también son de gran ayuda la adormidera blanca, la salvia con harina
fina de cebada y e] queso rallado en salmuera. Mezclar todo esto, una parte
de queso y una de harina de cebada sin sal, y darlo a beber en ayunas mezclado
con vino”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres II, 149: “En caso de que
la matriz caiga hacia afuera, triturar bien hiedra muy seca, envolverla en un
trozo de lienzo y aplicarlo sin añadir nada de grasa. Darle a beber a la paciente trigo molido, adormidera tostada, salvia,
juncia, anís y salvado de cebada; triturar bien todo, diluirlo en vino y
administrarlo dos veces al día, media cótila cada vez”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres II, 193: “Fomentos para
los flujos: tostar harina de cizaña, cocerla en oximiel puro y aplicar en
fomento, untando con esto un trozo de lienzo. O bien tostar lentejas,
triturarlas y hacer una harina gruesa; cocerla en agua y aplicar en cataplasma
como en los casos anteriores. También se puede hacer esto con arveja. Es bueno aplicar en cataplasma la salvia o
la paja de cebada en decocción de salvia y corazoncillo”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres II, 202: “Si la matriz se llena de aire, utilizar todas las
sustancias aromáticas que pueden combinarse en un ungüento y también laurel,
mirto, salvia y serrín de cedro y
ciprés. Triturar todo, tamizarlo fino, espolvorearlo en vino oloroso e
incorporar aceite de rosas”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres II, 203: “Fumigaciones
para los casos en que la matriz se desplace […]. Por lo demás, administrar dos veces al día salvia, simiente
de lino y harina de cebada en vino rebajado y en cantidad de cuatro cotilas”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres II, 209: “Si tras la
purga siente dolor, juncia, caña, junco y lirio; cocerlos en vino tinto e
irrigarlos. […] Otra fórmula: cocer agua de mercurial con mirra, incienso,
aceite de almendras amargas o salvia
y corazoncillo; cocerlo todo en agua e irrigarlo”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres II, 210: “Si la mujer es
afectada por estranguria, que se fomente y se unte el bajo vientre con grasa.
Que tome un baño de asiento en decocción de rosas o de zarza, o bien mirra, olivo, zarcillos de vid, bayas
de enebro o salvia”
Hipócrates, Enfermedades de
las mujeres II, 211: “Si hay aire en
la matriz, se produce un fuerte dolor y el gas no sale. Aplicar comino o bien triturar salvia y juncia y dejarlas
macerar una noche entera; por la mañana colarlo, echar en un vaso la parte
transparente, amasar en vino blanco harina basta de trigo y un ciato de jugo de
silfio, cocer la mezcla y darla a tomar semicruda en puré”
Hipócrates, Sobre la
naturaleza de la mujer, 10: “Si la matriz se
inflama y se hincha, se produce aire dentro de ella […] Que beba en ayunas corazoncillo, simiente de lino y salvia en vino
rebajado con agua”
Hipócrates, Sobre la
naturaleza de la mujer, 33:
“Irrigaciones: […] Otra receta: hojas de lentisco, de salvia y de corazoncillo; cocerlas en vino tinto […] Otra receta: cocer salvia y corazoncillo en agua e
irrigar con el agua.”
Hipócrates, Sobre la
naturaleza de la mujer, 34: “Servirse de
fumigaciones con productos suaves triturados […] Triturar dos garbanzos blancos
y un tercio de uvas pasas, añadir la mitad de agua, cocer, luego colar, poner
al aire libre y dar a beber al día siguiente; el resto de los días, mezclar salvia y simiente de lino y con
ellos dar harina de cebada dos veces al día, en cuatro cótilas de vino rebajado
y tres medias cótilas de aceite y un puñado lleno de hojas de saúco; cocer todo
esto, verterlo en una crátera caliente y realizar una fumigación calentando
tejas, sentando en una silla a la paciente y cubriéndola con vestidos”
Hipócrates, Sobre la
naturaleza de la mujer, 58: “Si la matriz
se desplaza de su sitio, triturar bien fino hiedra muy seca, envolverla en un
trozo de lienzo y aplicarla. No administrar nada graso y hacer que tome en
bebida granos de trigo crudos, adormidera tostada, salvia, juncia y anís; triturarlo bien todo, diluirlo en vino,
añadir salvado de cebada y administrarle dos veces al día media cótila en cada
toma”
Hipócrates, Sobre la
naturaleza de la mujer, 64: “Si la matriz
se ha llenado de aire y también hay aire
en el vientre y causa dolor, triturar
salvia y juncia, dejarlas a remojo una noche y por la mañana colarlas,
echar la parte colada en un recipiente de barro, añadir harina basta de trigo,
sobre ello un ciato de vinagre blanco y una cantidad semejante al tamaño de un
haba de jugo de silfio, cocer todo y darlo a tomar semicrudo”
Hipócrates, Sobre la
naturaleza de la mujer, 93: “Cuando se haya
retirado la leche, que la paciente cueza
salvia y añada bayas de cedro o de enebro, que cuele el agua de la
decocción y que la beba añadiéndole vino; al resto, que le añada harina, bulbo
y un poco de aceite y que se lo coma”
Hipócrates, Sobre la
naturaleza de la mujer, 105: “Fomentos […]
Otra: cocer en agua salvia y
corazoncillo, en el agua de la decocción cocer paja de cebada, envolver en un
trozo de lienzo y fomentar”
RECETA CULINARIA Y MEDICINAL
Dioscórides, V, 61: “El vino de salvia " El vino de salvia
igualmente: echa ocho dracmas de salvia en un ánfora de mosto, que vale un
ceramio. Es eficaz contra los dolores de riñones, de vejiga, de costado, contra
expectoraciones de sangre, contra la tos, roturas internas, espasmos,
contusiones, menstruos detenidos”
Como acabamos de ver, sus usos
médicos son muchos. Este sería el
resumen de sus usos médicos.
Usos terapéuticos contra la tos,
el prurito de genitales, las mordeduras, los
espasmos, las contusiones, para dolores o heridas, para provocar la
menstruación, para expectorar pus o sangre, para contener las hemorragias, para
llagas invasivas, para acelerar o provocar el parto y diurética. Siempre tomada
infusionada con agua.
Usos cosméticos en
decocción con agua o fomento para crear tiente negro.
USOS MÁGICOS
Sabemos que la salvia se podía
emplear con usos mágicos como se puede leer en los textos mágicos griegos,
papiro IV, 2578: “Esta es la fórmula que has de
utilizar para coaccionar […]«Fulana
presenta en tu honor, diosa, una espantosa ofrenda: grasa y sangre y suciedad
de una cabra de piel moteada, suero de una doncella muerta y el corazón de un
muerto prematuro y la entidad de un perro muerto y un feto de mujer y caras limpias de granos de trigo y
desperdicios ácidos; sal, grasa de una cierva muerta, cebolla de mar y mirra y
laurel oscuro, harina de cebada y unas de cangrejo, salvia, rosas, esencia de frutas y una cebolla sin retoños, un ajo,
harina de higos, estiércol de cinocéfalo y un huevo de ibis joven —¡cosas que
no son licitas!”
Papiro IV, 2630: “Fabricación de un amuleto para la práctica […]«Fulana quema para ti, oh diosa, una
mezcla aborrecible: grasa de una cabra de piel moteada, sangre y basura, un
embrión de perro y suero de una doncella muerta prematuramente y un corazón de
muchacho joven, con una mezcla de harina de cebada y vinagre, sal y un cuerno
de ciervo, cebolla de mar y mirra y laurel oscuro, fácilmente; y patas de
cangrejo, salvia, rosa, esencia de
frutas y una cebolla sin retoños, un ajo y estiércol de un musgaño, sangre de
cinocéfalo; y un huevo de ibis joven —lo que no es licito que ocurra— ha puesto
en tus altares de madera de enebro”
Papiro IV, 2875: “El sahumerio
de la práctica. Para los ritos benéficos quema resina, mirra, salvia, incienso, un hueso de fruta;
para los ritos maléficos, la entidad de un perro y de una cabra de piel moteada
e, igualmente, la de una doncella muerta prematuramente”