En esta ocasión nos vamos a centrar en cómo se secaba la carne para poder ser conservada y transportada para ser consumida en cualquier momento por soldados, viajeros, ganaderos, cazadores, etc. A su vez, consistía en un alimento con un valor proteico y nutricional alto.
Hoy en día continuamos desecando
la carne, de todos es bien conocida nuestra famosa cecina.
Encontramos en dos autores
clásicos la forma de llevarla a cabo. Acudamos a ellos para descubrir cómo se
realizaba.
En primer lugar, destacar que la climatología
es primordial para su elaboración, es
importante un clima seco y frío para poder prepararla con mayor éxito.
La primera mención que encontramos a este método de conservación nos la ha transmitido Ateneo, III, 96 b aunque no es muy explícito en su elaboración y se refiere a unas manos de cerdo. La cita dice: “Antifanes, en El parasito [PCG II, ir. 183]: A— Manos de cerdo curadas”
Nos llama la atención que no difiere mucho del método de elaboración actual, en el que la sal, el frío y el fuego son los tres elementos que entran en acción.
Columela dice lo siguiente:
“Dos modos de salar y conservar la cecina de cerdo. Hasta aquí hemos hablado bastante del aceite, pasemos ahora a objetos de menos entidad. Conviene no dejar beber a animal alguno el día antes de matarlo, y sobre todo al cerdo, para que su carne esté más seca: pues si bebiere estará más húmeda la cecina. Por consiguiente, después de haberlo matado cuando tenga sed, lo deshuesarás bien: pues esto hace la cecina menos defectuosa y más durable. En seguida, así que lo hayas deshuesado lo salarás con cuidado con sal tostada, y no muy menuda, sino quebrantada con la muela suspendida y sobre todo se echará más sal en aquellas partes en que se han dejado los huesos, y después de haber colocado encima del sobrado las badanas o pedazos, se les cargarán pesos considerables para hacer echar fuera la sanguaza. A los tres días quitarás los pesos y frotarás exactamente con la mano la carne o tocino salado; y cuando quieras volverlo a poner en el mismo sitio, lo polvorearás antes con sal molida y menuda, y no dejarás pasar un día sin frotarlo hasta que esté en su punto. Y si el tiempo fuere sereno durante aquellos días en que se frota la carne, se la dejará en la sal nueve días; pero si fuere nebuloso o de lluvias, convendrá llevar la carne salada a la laguna a los once o doce días, sacudirle la sal antes, en seguida lavarla con cuidado, de suerte que en ninguna parte quede sal pegada, y después de haberla secado un poco, colgarla en la despensa de un garabato, donde llegue algún humo que acabe de secar la humedad que pueda quedarle. Esta salazón podrá hacerse cómodamente en la menguante de la luna, principalmente en el solsticio de invierno, pero aun también en el mes de Febrero”
Columela nos comenta cómo hacer
esta cecina en lugares donde la climatología es más cálida o en otra estación
que no sea el invierno:
Plurimam salutem!
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