domingo, 23 de noviembre de 2014

LA FIGURA DE APICIO A TRAVÉS DE LAS FUENTES CLÁSICAS



Al escuchar el nombre de Marco Gavio Apicio reconocemos a uno de los mayores gastrónomos de la época de Tiberio (14-37 d.C.), autor del tratado culinario DE RE COQVINARIA en el que se recogen un gran número de recetas dirigidas principalmente a la élite. Ha pasado a la historia por sus inventos culinarios, por su glotonería y sus extravagancias.

Para saber más de él sería interesante acudir a las fuentes clásicas y conocer qué dicen de nuestro gourmet.

FUENTES CLÁSICAS SOBRE APICIO

Sobre la época en la que vivió Ateneo, I, 7 B nos dice:

“Vivió en tiempos de Tiberio un hombre llamado Apicio, un millonario voluptuoso, por el cual muchos tipos de pasteles se llaman “apicios”. Éste se había gastado  en su estómago muchos miles en Minturnas (ciudad de Campania), pasaba la mayor parte del tiempo comiendo costosas gambas, que son allí, mayores que las más grandes de Esmirna y que los bogavantes de Alejandría. Pues bien, cuando oyó decir  que también en Libia las había enormes, se hizo a la mar sin esperar un solo día. Y cuando, tras sufrir mucho durante la travesía, llegó cerca de aquellos lugares, antes de que desembarcara de la nave unos pescadores que navegaban a su encuentro les ofrecieron sus más hermosas gambas. Él, al verlas, les preguntó si las tenían mayores, y al responderle que no las había más grandes que las de Minturnas, ordenó al piloto hacer la misma ruta de regreso a Italia sin acercarse a tierra”

También Séneca, Epístola, 95 nos proporciona información indirecta sobre Apicio al hablar de Tiberio. Tras la lectura del fragmento se concluye que nuestro gourmet disponía y gastaba mucho dinero en comida y banquetes:

“Tiberio César a quien habían regalado un salmonete de enorme tamaño -¿por qué no indico también el peso y estimulo la gula de algunos?: decían que pesaba cuatro libras y media, habiendo ordenado que fuese llevado al mercado para ser vendido, dijo: « ¡Amigos!, me engañó completamente si no es Apicio" o Publio Octavio quien compra este salmonete. Se verificó más allá de lo esperado: hicieron sus ofertas, Octavio se impuso y consiguió notable gloria entre los suyos porque había comprado al precio de cinco mil sestercios el pez que el César había vendido y que ni siquiera Apicio había podido comprar”

Tácito, Anales, IV, 1, hablando de Tiberio comenta la misma idea que hemos extraído anteriormente: Nacido en Bolsena e hijo del caballero romano Seyo Estrabón, perteneció en su  primera juventud al círculo de Gayo César, nieto del divino Augusto, sin que faltara el rumor de que había vendido torpes favores a Apicio, un rico derrochador”

Sobre su oficio Tertuliano, De Anima, 33, 4 nos confirma su gusto por la cocina y el lujo:

“Acaso no ha de tener aquella alma más bien descanso que suplicio, puesto que encontró un funeral entre valiosísimos cocineros, que humea con los condimentos de Apicio y de Lurconio”

Séneca en  De vita beata escribió lo siguiente:

"He aquí a Nomentano y Apicio, que guisan todas las viandas o, como dicen ellos, todos los bienes de la tierra y del mar, y que disfrutan en la mesa de animales de todos los países".

Séneca, Epístola, 120, 19, “algunos que «rivalizan... en festines con Apicio”.


Marcial, II, LXXXIX nos explica el gusto por el lujo como una característica de nuestro protagonista:

“El que te goces en prolongar la velada con vino en exceso, te lo perdono: tienes, Gauro, el defecto de Catón. El que escribas versos con nula inspiración de las musas ni de Apolo, te lo debo alabar: eso que tienes de Cicerón. Que vomitas, eso es de Antonio; que te gusta el lujo, cosa de Apicio…
 

De nuevo Marcial, II, LXIX comenta la inclinación de Apicio por los banquetes:

“Dices, Clásico, que cenas fuera de casa muy contra tu voluntad; que me muera, Clásico, si no mientes. Incluso al mismo Apicio le gustaba salir a cenar, y cuando cenaba en casa, estaba bastante triste. No obstante, si vas a la fuerza, ¿por qué vas, Clásico? —“Me veo forzado”, dices...”

Para conocer sobre su muerte-suicidio, Séneca,  Consolación a Helvia, 10, 8-9 nos narra:

“Menos dichoso que vivió en nuestros días aquel Apicio que, en una ciudad de donde en otro tiempo se expulsaba a los filósofos como corruptores de la juventud, puso escuela de glotonería, infestando su siglo con vergonzosas doctrinas. Pero conviene referir su fin. Habiendo gastado en la cocina un millón de sestercios y disipado en comidas los regalos de los príncipes y la inmensa renta del Capitolio, agobiado de deudas, viose obligado a examinar sus cuentas, y lo hizo por primera vez: calculó que solamente la quedaban diez millones de sestercios, y creyendo que vivir con diez millones de sestercios era vivir en extrema miseria, puso fin a su vida con el veneno. ¡Cuánto desorden el de aquel hombre para quien diez millones de sestercios eran la miseria! Considera ahora si es el estado de nuestro caudal y no el de nuestra alma el que importa para nuestra felicidad”

Marcial, III, XXII también habla de cómo se quitó la vida:

 “Ya habías entregado, Apicio, a tu glotonería sesenta millones de sestercios, y aún te quedaban unos diez millones largos. Preocupado por no poder sobrellevar el hambre y la sed, tomaste como última bebida una copa de veneno. Nunca te manifestaste más glotón que entonces, Apicio.”

E Isidoro, en sus Etimologías, XX, 1:

“El inventor de los preparativos culinarios fue un tal Apicio, quien encontró una muerte voluntaria en el abuso de las buenas comidas; y con razón, porque quien se somete como esclavo a la gula y a la glotonería mata tanto si alma como su cuerpo”

Sobre la causa de su muerte Juvenal, Sátira XI afirma:

“Si Ático cena opíparamente es tenido por elegante, si lo hace Rútilo, por loco. ¿Qué es lo que el vulgo recibe con mayores carcajadas que un Apicio empobrecido?”


Sobre sus inventos y extravagancias podemos leer en Plinio el Viejo, Naturalis Historia, 10, 133:

“Que la lengua de flamenco es de un sabor exquisito nos lo enseñó Apicio, el paladar más refinado de todos los despilfarradores”

Plinio el Viejo, Naturalis Historia, 8, 209:

“Se aplica una técnica al hígado de las hembras del cerdo como al de las ocas, invento de M. Apicio; se las engorda con higos secos y se las mata de repente de hartura al darles de beber vino con miel”

Plinio el Viejo, Naturalis Historia, 9,66:

“M. Apicio, de ingenio nato para todo tipo de refinamientos, llegó a la conclusión de que lo mejor era ahogar los salmonetes en garo del consorcio y obtener del hígado una salsa”

Como hemos podido comprobar que son muchas las referencias a Apicio en las fuentes clásicas, cosa que no es de extrañar.

Un personaje peculiar con gustos peculiares



Plurimam salutem!