En la entrada anterior hablamos de las características de los atunes. En esta ocasión nos centraremos en los MODOS DE PESCA.
Los
sistemas de pesca del atún utilizados en la antigüedad, muy importante al igual
que en nuestros días: “Los ítalos y
los sículos gustan de llamar a la pesca
de los atunes “gran pesca” (Eliano, XIII, 16)
En la actualidad la técnica de la
almadraba es la empleada para la captura de los bancos de atunes.
Su
pesca se producía desde la salida de las Pléyades, es decir, principio de
verano, hasta la puesta de Arturo, es decir, principios de noviembre.
Las fuentes clásicas nos
describen cómo se pescaba el atún en la antigüedad y gracias a esta descripción
podríamos pensar que se trata del tipo de almadraba de pesca de vista o tiro
pues las maniobras comenzaban siempre
con el avistamiento del banco de peces desde un lugar elevado. Esta atalaya
podía ser una estructura
de madera de abeto de la que se ataban las redes empleadas.
Tras
percibir la llegada del banco, cinco barcas soltaban la red que transportaban
para rodear al banco, luego estrechaban el cerco y los arponeaban, rezando a
Posidón para que ningún otro pez maligno, como el pez espada, rompa las redes y
escapen.
Es muy
interesante ver que todas las fuentes comparan esta acción a la toma de una
ciudad asediada. Además, que esta técnica recordaría a una ciudad con puertas y
porteros.
Para
evitar que los atunes escaparan por los huecos, los remeros golpeaban el agua,
pero si la pesca era demasiado rica, se podía entreabrir la red para que
escapara el excedente.
Además
del uso de botes y redes sabemos que los celtas, masaliotas y ligues usaron
anzuelos de hierro de grandes dimensiones.
Acudamos
directamente a la lectura de las fuentes literarias para comprender mejor lo
comentado.
Opiano, III, 184 dice que como cebo se utiliza el conocido pez cuervo: “El coracinos atrae
al atún”
Con anzuelo: “Y yo he oído que los celtas, los masaliotas y
todo el pueblo de Liguria pescan a los
atunes con anzuelos. Sin duda, estos anzuelos están hechos de hierro y son
de gran tamaño y fuertes” (Eliano, XIII, 16)
En la siguiente descripción nos
cuenta el autor cómo lucha el atún para extraer el anzuelo de sus fauces:
“Así, cuando queda clavado en el anzuelo, se sumerge hasta el fondo y empuja y se precipita contra el suelo, golpeando su boca con intención de expulsar el estorbo. Y si esto le resulta imposible ensancha la herida, escupe el instrumento mortificante y sale de naja. Muchas veces fracasa en el intento y el pescador obtiene su presa tirando del pez, que se resiste a salir” (Eliano I, 40, XIII, 16)
“Así, cuando queda clavado en el anzuelo, se sumerge hasta el fondo y empuja y se precipita contra el suelo, golpeando su boca con intención de expulsar el estorbo. Y si esto le resulta imposible ensancha la herida, escupe el instrumento mortificante y sale de naja. Muchas veces fracasa en el intento y el pescador obtiene su presa tirando del pez, que se resiste a salir” (Eliano I, 40, XIII, 16)
Redes
y botes: “Pues bien, los que habitan
todo este territorio conocen muy bien la llegada de los atunes y saben también
en qué momento del año llegan los peces, y hacen muchos preparativos contra
ellos, disponiendo botes, redes y un
alta atalaya.
Esta atalaya se pone
fija en una bahía y se levanta en un lugar libre de obstáculos y despejado. No
es para mí carga molesta contar cómo está construida y tú, al oírlo, sentirás
gusto. Dos altos troncos de abeto clavan en tierra, separados y unidos mediante
anchos travesaños de madera. Éstos están entretejidos a cortas distancias y
facilitan al vigía la tarea de subir.
Cada barca tiene a cada costado seis remeros jóvenes, buenos conocedores de su oficio. Las redes son grandísimas, no demasiado ligeras ni sostenidas por corchos, sino más bien lastradas con plomo. Estos peces penetran en tropel en ellas.
Cuando resplandece la
primavera, y ya las brisas soplan suavemente, y es el aire trasparente, y como
que sonríe el encalmado oleaje y el mar está terso, el vigía, que ve muy bien
porque está dotado de una cierta misteriosa pericia y de una vista muy
penetrante, comunica a los pescadores de qué parte vienen los peces; les dice
también si deben extender las redes cerca de la costa, o si más dentro, y da,
al igual que el general, el santo y seña o, como un corifeo, el tono.
Muchas veces dirá también el número total de peces y no marrará el cálculo. Y he aquí lo que sucede. Cuando el cardumen de atunes se encamina al mar abierto, el que vigila en la torre, que tiene un conocimiento exacto de las materias ya dichas, a grandes voces ordena a los pescadores que persigan en aquella dirección y que se dirijan remando al mar abierto. Y ellos, atando a uno de los abetos que sostienen la atalaya una cuerda larguísima que está atada también a las redes, hacen avanzar las barcas ordenadamente y en columna, navegando unas cerca de otras, porque la red se reparte entre todas. La primera barca, soltando su porción de red, se retira, después la segunda hace lo mismo, y, luego, la tercera y la cuarta tienen que soltar su porción, pero los remeros de la quinta se demoran porque ellos no deben soltar aún su porción. Tras esto, los demás reman en otras direcciones, llevando su parte de red, y luego descansan. Ahora bien, los atunes son perezosos e incapaces de acometer cualquier acción que implique osadía y se quedan cohibidos e inmóviles. Los remeros, como si se tratara de la toma de una ciudad, se apoderan, como diría un poeta, de la población de los peces”. (Eliano XV, 5)
Muchas veces dirá también el número total de peces y no marrará el cálculo. Y he aquí lo que sucede. Cuando el cardumen de atunes se encamina al mar abierto, el que vigila en la torre, que tiene un conocimiento exacto de las materias ya dichas, a grandes voces ordena a los pescadores que persigan en aquella dirección y que se dirijan remando al mar abierto. Y ellos, atando a uno de los abetos que sostienen la atalaya una cuerda larguísima que está atada también a las redes, hacen avanzar las barcas ordenadamente y en columna, navegando unas cerca de otras, porque la red se reparte entre todas. La primera barca, soltando su porción de red, se retira, después la segunda hace lo mismo, y, luego, la tercera y la cuarta tienen que soltar su porción, pero los remeros de la quinta se demoran porque ellos no deben soltar aún su porción. Tras esto, los demás reman en otras direcciones, llevando su parte de red, y luego descansan. Ahora bien, los atunes son perezosos e incapaces de acometer cualquier acción que implique osadía y se quedan cohibidos e inmóviles. Los remeros, como si se tratara de la toma de una ciudad, se apoderan, como diría un poeta, de la población de los peces”. (Eliano XV, 5)
Opiano,
III, 620 describe las acciones de los pescadores cuando se procede a su
captura:
“La raza de los atunes procede del
ancho Océano, y ellos viajan a las regiones de nuestro mar…Primero, dentro del
mar los capturan los iberos, que están orgullosos de su fuerza; después, cerca
de la desembocadura del Ródano, los pescan los celtas y los antiguos habitantes
de Focea. Y en tercer lugar, aquellos que moran en la isla Trinacria y cerca de
las olas del mar Tirreno. Desde allí, en las inmensas profundidades, se
esparcen por diversos caminos y recorren todo el mar.
Abundante y prodigioso botín
obtienen los pescadores, cuando la hueste de los atunes avanza en primavera. Lo
primero de todo, los pescadores marcan un sitio en el mar, no demasiado angosto
al pie de riberas abruptas, ni demasiado expuesto a los vientos, sino que tenga
la debida proporción de cielo abierto y de abrigados escondrijos.
Entonces, primero, sube a una alta y escarpada colina un hábil
vigía de atunes, el cual hace conjeturas acerca de los variados cardúmenes
que se aproximan, y de su clase y numero, e
informa a sus compañeros.
Inmediatamente se
despliegan todas las redes a modo de ciudad entre las olas, pues la red tiene sus
porteros y en su interior puertas y más recónditos recintos. Rápidamente los
atunes avanzan en filas, como falanges de hombres que marchan por tribus, unos
más jóvenes, otros más viejos, otros de mediana edad: infinitos se derraman dentro de las redes, todo
el tiempo que ellos desean y la cantidad que admita la capacidad de la red. Y
rica y excelente es la pesca”
Como hemos podido comprobar, los sistemas de pesca no difieren en nada con respecto a los actuales.
Acabaremos con nuestra entrega sobre los atunes hablando en la próxima ocasión de sus diferentes usos.
Plurimam salutem!