Con el nombre de ASÁROTOS OIKOS O ASÁROTON OECON encontramos en la sala destinada a los banquetes romanos, triclinium, un tipo de mosaico caracterizado por simular un “suelo sin barrer”, en el que se hallan representados diversos desperdicios de comida que parecen que han sido lanzados al suelo en ese momento. Entre los escombros se suelen mostrar raspas de pescados, moluscos, huesos, caracoles, cabezas de gambas, cáscaras de frutos, verduras, etc.
Estos restos nos proporcionan una valiosa información sobre la cantidad y variedad de alimentos que se llegaban a servir en una “cena romana”.
Muchas veces estos mosaicos podían completarse con otros motivos como por ejemplo una representación de la vida de los patricios, una escena de banquete o unas franjas que delimitaban la colocación de los tres lechos del triclinio. Además de estos mosaicos pavimentales, el triclinium disponía de una decoración mural con pinturas que le proporcionaban un aspecto bello, acogedor y agradable para aquellos que entraban en él.
Este tipo de pavimento tuvo su origen en la cultura helénica y, al igual que muchas otras cosas, se puso de moda en los comedores de los antiguos romanos.
Son muchas las muestras que nos han quedado de este tipo de mosaico, aunque sabemos por Plinio, el Viejo, H N, XXXVI, 184 que uno de los primeros fue el firmado por un tal Sosus de Pérgamo, s. II a.C: “Los terrazos son un invento de los griegos, que los embellecieron como si fueran una pintura, hasta que fue sustituido por el mosaico (lithostrota). En este campo el artista más famoso fue Sosus, que hizo en Pérgamo el suelo que es conocido por los griegos como “asaroton oecon”, que por medio de pequeñas piezas teñidas con diferentes colores, representa los desechos de alimentos y de basura que parece que se haya quedado allí. Un detalle en el dibujo es una paloma que bebe, y la sombra de su cabeza se proyecta en el agua, mientras otras están al sol y se refrescan bebiendo en el borde de un cántaro”.
Comentar que hay una réplica romana en los Museos Capitolinos de Roma que representa un hermoso jarrón con unas palomas, hallado en la Villa de Adriano (Tívoli).
Otras muestras de este tipo de mosaico las encontramos en los Museos Vaticanos, en concreto en la sección del Museo Gregoriano Profano, en el que podemos ver el detalle de un ratón royendo los restos de comida. También en un mosaico de Soussa (Túnez) con restos de moluscos, langosta, verduras, etc. Otro mosaico conocido es el de Aquileia, con raspas de pescados y frutas. Menos célebre es el que se encuentra en el museo del Château de Boudry en el que se combina una escena de banquete con el asaroton oikos.
Según indicó Vitruvio, Los diez libros de la arquitectura, 7, 4, 4 el pavimento de los triclinios era especial para poder absorber “todo lo que puede derramarse de las copas, y al servir las bebidas, se seca tan pronto como cae, y los que sirven a la mesa, aunque anden descalzos, no sentirán frío con pavimentos de esta clase”
Tras ver la importancia y la frecuencia de este tipo de mosaicos en los comedores romanos, cabe preguntarse si habría alguna justificación para su presencia.
Sabemos por las fuentes clásicas que era frecuente lanzar al suelo los restos de comida o desperdicios a lo largo de la celebración del banquete, hecho que podría justificar la presencia de este tipo de mosaicos en los comedores romanos.
Horacio, Sobre una cena en casa de Nasidieno:
"Cuando retiraron esto, un esclavo arremangado limpió
la mesa de arce con un tafetán purpúreo y otro recogió
todos los desperdicios del suelo y lo que pudiera molestar
a los que cenaban".
Esto hizo que se instaurara la presencia en los banquetes de unos esclavos dedicados a barrer estos alimentos (analestae- scoparius). Muchas veces estos esclavos podían ser niños.
Así leemos en Petronio, Satiricón. Cena de Trimalción, 34, 2:
“En el bullicio, un plato de postre se le fue accidentalmente de la mano a un esclavo, que intentó recogerlo del suelo. Trimalción, que se dio cuenta de ello, mandó abofetear al esclavo y tirar otra vez aquel plato. Apareció en seguida el encargado de la limpieza y se puso a barrer la plata con los demás desperdicios,…”
También en Marcial, Xenia, XIV, LXXXII:
“La palma atestigua que las escobas fueron en tiempos muy estimadas; pero ahora los esclavos recogedores les dispensan descanso”
La acción de lanzar al suelo los desperdicios era muy frecuente en la antigüedad, al ser considerado algo sagrado. Recordemos las libaciones previas y posteriores al suelo en las cenae romanae y de las sucesivas purificaciones del triclinium y de los comensales .
Esta costumbre en los banquetes tenía una vinculación con el ciclo de la vida, con las libaciones a los dioses y con la fertilidad, ya que al arrojarlos al suelo, los alimentos nacidos de la Tierra Madre, origen de la vida, volvían de nuevo a la tierra. Además, se invitaba a los dioses a participar de esta comida a través de estas ofrendas y así, que les fueran propicios.
Sabemos que era frecuente perfumar el suelo con serrín mezclado con pétalos de rosas, azafrán y esencias, al igual que se hacía con los lechos de los invitados. Se trataba de la purificación del espacio de reunión de amigos.
Acabemos con unas líneas de Petronio para que los dioses reciban nuestras libaciones:
"Hechas las libaciones de costumbre, nos alzamos todos y gritamos a una: “Los dioses guarden al emperador, padre de la patria”, y nos precipitamos todos sobre las frutas, que guardamos en nuestras servilletas. Entre tanto, tres esclavos vestidos de blancas túnicas, entraron en la sala, dos de los cuales pusieron sobre la mesa los dioses Lares, con bulas de oro colgadas de su cuello, y el otro llevando una copa llena de vino en torno de la mesa iba gritando: ¡Los dioses nos sean propicios! "
Plurimam salutem!