Con la llegada del otoño y los cambios de temperatura, vamos a investigar sobre un tema muy interesante y curioso.
Sabemos que hoy en día aquellas personas
cuya herramienta de trabajo es la voz, la cuidan con esmero: hidratándola, con
ejercicios de calentamiento, con una alimentación adecuada, respetando los
límites de su voz, no gritando, etc. Todas estas técnicas ya se empleaban en el
mundo grecorromano. Así pues, veamos qué nos cuentan los autores clásicos al
respecto.
Cómo se
recomendaba calentar
la voz.
Aristóteles,
Problemas, 901 a y b, 22 nos habla
sobre la importancia de ejercitar la voz en ayunas y al levantarse: “¿Por qué a los que gritan después de las comidas se les
estropea la voz? Y podríamos ver que todos los que declaman, como actores, coristas y otros similares, hacen sus
ejercicios al amanecer y en ayunas. […]Por eso ni los que tienen fiebre ni
los que han padecido una fiebre fuerte pueden cantar inmediatamente después de
la remisión de la fiebre: pues la faringe se les ha puesto áspera debido al
calor. Después de las comidas, es
probable que el aire interno sea abundante y caliente; un aire así es
lógico que al salir hiera y deje áspera la tráquea: cuando sucede esto, es
normal que la voz se estropee”.
De nuevo hace mención al calentamiento de
la voz en ayunas y al amanecer en Problemas,
904 b, 46: “¿Por
qué se rompe más la voz estando borrachos que sobrios? ¿Es porque al estar
saturados se rompe la voz rápidamente?'". La prueba de esto es lo
siguiente: ni los coros ni los actores
ensayan después de comer, sino estando en ayunas. Durante la borrachera,
como están más llenos, lógicamente se les rompe más la voz”
Sobre qué alimentos consumir para cuidar la voz, lo primero que nos dice en Aristóteles es no abusar en la mesa pues puede repercutir en el cuidado de la voz, así lo manifiesta Ateneo VIII, 343 E cuando nos refiere una historia sobre un actor trágico llamado Leonteo que por su afición a la comida tuvo problemas de voz: “Aficionado al buen yantar era también Leonteo de Argos el trágico [TrGF I 242], discípulo de Atenión, que fue sirviente del rey Juba de Mauritania, según dice Amaranto en sus libros Sobre la escena teatral, afirmando que Juba compuso para él el siguiente epigrama [FGrH 275, fr. 104 = F GE, fr. 1], en ocasión de una mala interpretación de su Hipsipila:
No me mires a mí, un eco de
Leonteo el trágico, devorador de cardos,
cuando dirijas la mirada al maligno corazón de Hipsipila. Que antaño fui yo
amigo de Baco, y él no admiraba tanto con sus orejas de lóbulos de oro ninguna
otra voz. En cambio ahora, trébedes,
cacharros y sartenes secas a me han privado de voz por complacer a mi estómago”
Totalmente
lo contrario al consejo de Aristóteles leemos en Plutarco, Moralia, 349 a, 10-13 que era conveniente una comida copiosa antes
de salir a cantar: “Los que sufragaban los coros ofrecían a los coreutas anguilas, lechugas tiernas, perniles y el
tuétano. Les daban espléndidos banquetes durante todo el tiempo en que
ejercitaban sus voces y llevaban una vida regalada”
También
Ateneo, XIV, 17, 51 propone el consumo de sustancias viscosas como el congrio: “Pero Amoibée,
que casualmente se encontró con él, le respondió muy apropiadamente con este
pasaje de la Citharède de Clearque: “Devora un congrio blanco con todas estas sustancias
viscosas; fortalece el pecho y hace que nuestra voz sea muy clara”
Algo
parecido encontramos en Aristóteles, Problemas,
903 b, 39 que aconseja el uso de puerros y ajos para aclarar la voz gracias
a su viscosidad: “¿Por
qué los puerros convienen para tener
buena voz, dado que también van bien para las perdices? ¿Es porque los ajos hervidos suavizan, y los puerros tienen una cierta
viscosidad? Eso aclara la garganta”
En
Dioscórides encontramos recomendaciones sobre el uso de diferentes plantas
medicinales que podrían ayudar a preservar y mejorar la voz:
Dioscórides,
habla del uno del rejalgar, un sulfuro de arsénico que es útil para purificar
la voz: “Ha de preferirse el
rejalgar de color intenso, rojo, [desmenuzable], fácil de majar y puro, el que
se parece al cinabrio en el color y tiene además un olor semejante al
del azufre. […] En electuario con miel purifica la voz y,
mezclado con resina, es el mejor remedio bebido para los que jadean” (V, 105)
El empleo
de vinagre de cebolla albarrana suaviza la voz “sorbido, hace fuerte <y dura> la garganta y vuelve
el sonido de la voz intenso y claro” (V, 17)
“El siluro fresco,
comido, es nutritivo y beneficioso para el vientre; salado no es nutritivo pero
purifica la tráquea y hace la voz bien
templada” (II, 27)
Dioscórides
habla de la “Asa dulce.
Nace en lugares de Siria, Armenia, Media y Libia. Su tallo se llama
máspeton y es comparable a la cañaheja. Tiene las hojas semejantes
al apio, la semilla es ancha <como una
hoja y se llama magýdaris.>[…]. {5} Beneficia
en las asperezas duraderas de la garganta y purifica al momento la voz
súbitamente enronquecida, disuelta en agua y tragada; retrae la úvula hinchada,
en ungüento con miel, y es beneficiosa para los que sufren de anginas su
gargarismo con aguamiel” (III, 80)