Tras dos semanas de trabajar los abonos y fertilizantes, llegamos al final de nuestra investigación centrándonos en otros puntos.
Dónde
colocar el estercolero
Paladio, I, 33: “El estiércol deberá estar amontonado
en un lugar propio que tenga abundancia de agua y esté apartado de la vista de
la vivienda por su mal olor. El agua abundante permitirá al estiércol que, si
hay dentro alguna semilla de espino, se pudra.
El excremento de asnos es de primera
calidad sobre todo para las huertas; a continuación el de ovejas, cabras y
jumentos; el de cerdo, en cambio, es pésimo; las cenizas muy buenas; el de
palomina muy ardiente y el de las demás aves es bastante bueno, salvo el de las
acuáticas. El abono que haya reposado un año vale
para las mieses y no cría hierba; si es más viejo dará peor resultado. A los
prados, en cambio, les favorecerá el estiércol reciente para fortalecer la
hierba. Los sedimentos del mar ", si se
bañan en agua dulce y se mezclan con los demás, harán a su vez de estiércol; y
también el lodo que haya depositado la corriente del agua o las crecidas de un
río”
Por
qué del empleo de la estercolación.
Columela 2.13.3-4: “Pero todo terreno que se agota con el cultivo de las citadas
semillas tiene una medicina eficaz: ayudarlo con el estiércol y restablecer
las fuerzas perdidas con esta especie de alimento; y no sólo por las semillas
que se han confiado a los surcos del arado, sino también por los árboles y
arbustos, que en mayor medida se fertilizan con tal alimento”
Columela 2.5.1: “Antes, sin embargo, de
binar una tierra endeble, convendrá estercolarla, pues con esta especie de
alimento se fortalece”
Teofrasto VIII,
7 justifica el porqué del uso del estiércol: “También el estiércol contribuye grandemente al
suministro de calorías y a la maduración; porque los campos estercolados
adelantan en veinte días a los campos no estercolados; mas no a todos aprovecha
el estercolamiento. Es útil esto también no sólo a todos los cereales, sino
también a la mayoría de otros vegetales, excepto el helecho, al que, según dicen, daña, si se le echa. El helecho
perece, si una oveja se acuesta sobre él, y también, como algunos dicen, a la
alfalfa la echan a perder el estiércol y la orina”
Cómo abonar:
Columela, 2, 16 comenta en qué tiempos se han de estercolar los campos: “Entre tanto, el que quisiere preparar las
tierras para granos, si ha de hacer la sementera en el otoño, distribuirá en
ellas montones pequeños de estiércol el mes de Septiembre; y si en la
primavera, en cualquier tiempo del invierno, en la menguante de la luna; de
suerte que haya diez y ocho carros por yugada en tierra llana, y en la pendiente
veinticuatro, y como he dicho poco antes, no extenderá los montones antes
de ir a arar. Pero si algún
motivo ha impedido estercolar la tierra en tiempo conveniente, el segundo modo de hacerlo
es esparcir por la siembra, antes de la escarda de almocafre, polvo de
estiércol de aves, como quien siembra. Si éste no le hubiere, echar con la mano
el de cabras, y
revolverlo con la tierra por medio de almocafres; este procedimiento fertiliza
las sementeras. Y no conviene que ignoren los labradores, que así como un campo
que no se estercola se pone frío, del mismo modo se abrasa si se estercola
demasiado, y que es más conveniente a un labrador hacer esto
con frecuencia que con exceso. Ni hay duda
que el terreno de mucha agua quiere más abundancia de él que el seco: el uno,
porque estando frío con las continuas humedades, se deshiela por medio de él;
el otro, porque teniendo calor por sí mismo con motivo de las sequedades,
echándoselo con abundancia, se quema; por lo cual no conviene que le falte
semejante materia ni que le sobre.
Si con
todo eso no encontrare el labrador ninguna especie de estiércol, le será muy
provechoso hacer lo que hago memoria
haber practicado muchas veces mi tío, paterno, Marco Columela, labrador muy
instruido y aplicado, que a los terrenos arenosos les echaba greda, y a los
gredosos y muy densos arena, y por este medio, no sólo excitaba las sementeras
a acudir mucho, sino también formaba unas viñas hermosísimas. Pues decía él
mismo que no se debía echar
estiércol
a las viñas porque corrompía el gusto del vino, y que era mejor material para
tener vendimias abundantes la tierra amontonada en los muladares, o la de los
setos, o malamente, otra cualquiera tomada de otra parte y traída adonde se ha
de echar. Por último, yo creo que si el labrador se haya destituido de todas
estas cosas, a lo menos no le
faltará el facilísimo recurso de los altramuces; que si los echa a la tierra hacia los idus
de Septiembre, los cubre con el arado y luego
los corta en tiempo oportuno con el mismo, o con la azada, le servirá
como una capa de excelente estiércol.
Pero el
tiempo de cortar el altramuz en los terrenos areniscos es cuando haya echado la
segunda flor, y en los rojos cuando haya echado la tercera. En los primeros se
entierra cuando está tierno para que se pudra prontamente y se incorpore con el
suelo endeble; y en los segundos cuando está más recio, porque sostiene más
tiempo los terrones duros y los mantiene levantados, para que calentándose con
los soles del estío se deshagan”
Columela, 2, 15 nos habla de cómo preparar el
abono: “Esto se hará en donde no tiene ganados la heredad, porque donde hay
rebaños de ellos, hay algunas oficinas que se deben limpiar todos los días,
como la cocina y la quesera; y otras donde debe hacerse en los días lluviosos,
como los tinados de los bueyes y los apriscos de las ovejas. Si la hacienda es
solamente de pan sembrar, nada importa que no se separen las diferentes
especies de estiércol; pero si está distribuida de manera que hay en ella
árboles, tierras de labor, y también prados, se ha de poner aparte cada clase
de estiércol, como el de las cabras y el de las aves. Las demás cosas se han de
echar juntas en la hoya de que se ha hablado, y regarlas de continuo con mucha
agua, para que las semillas de las yerbas que se han mezclado con la paja y
demás se pudran. Después, en los meses del estío, conviene que todo el
estercolero se remueva con rastros, no de otra suerte que si dieras un
agostado a fin de que se pudra con más facilidad y sea a propósito para los
campos. Y en efecto, tengo por poco cuidadosos a los labradores que no sacan en
un mes de cada cabeza de ganado
menor un
carro de estiércol, y de cada una de mayor diez, y otros tantos de cada hombre,
que puede recoger y echar en la hoya, no sólo sus propios excrementos, sino
también las inmundicias del corral y del edificio. También tengo que advertir
que todo el estiércol que, recogido en tiempo oportuno, haya reposado un año,
es muy útil para las siembras porque tiene toda su virtud y no cría hierbas;
pero cuanto más añejo es aprovecha menos, porque tiene menos fuerza, y así que
a los prados se eche lo más fresco que pueda ser, porque cría más hierba; y que
esto conviene se haga el mes de Febrero en la creciente de la luna, pues esto
también coadyuva algún tanto a la producción del heno”
Columela
5: “Los montones de estiércol se distribuirán de a cinco modios cada uno, en
lo llano más claros, y en la colina más espesos; y será bastante que de montón
a montón haya ocho pies de distancia en todas direcciones, por lo que hace a
las tierras llanas, y dos menos en las de colina. Y queremos que esto se haga
en la menguante de la luna, pues de este
modo se libertan las tierras de hierba. Y la yugada necesita veinte y cuatro
carros de estiércol, cuando se le hecha más espeso, y diez y ocho cuando se le
echa más claro, Al instante que se haya extendido el estiércol, convendrá arara
la tierra y enterrarlo, no sea que con el calor del sol pierda la fuerza; y
para que la tierra incorporada con este alimento se engrase. Y así, cuando se
echaren los montones de estiércol en un campo, no se extenderán más que los que
puedan enterrar los gañanes en el mismo día”
Catón,
Tratado de agricultura, 37,
1-5 [XLII] : “Arranca
del sembrado el yezgo y la cicuta, y en torno de la salceda la hierba alta y la
espadaña; ésta pónsela de mullido a las ovejas y a los bueyes como hoja fétida.
Tamiza una parte de los huesos de fruta y échala en una pila, añádele agua y
mézclala bien con una paleta; luego, echa esa pasta en torno de los olivos
cavados; echa asimismo huesos de fruta quemados. Si la vid está débil, córtale los sarmientos en trozos menudos y
entiérraselos con el arado o cavando. En las veladas del invierno haz lo
siguiente: desbasta los rodrigones y estacas secos que habrás puesto bajo
techado la víspera, haz pequeñas teas y saca fuera el estiércol. No toques la
madera a no ser en el interlunio o con la luna en mitad de su ciclo: la que
saques de la tierra cavando o talando se retirará mejor en los siete días
siguientes a los de luna llena. Guárdate sobre todo de desbastar la madera,
talarla o tocarla, si te es posible, si no está seca o si está helada o
humedecida de rocío. Escarda y sacha dos veces el trigo y arranca la avena.”
Catón, Tratado de
agricultura, 29 [XXXII]: “Distribuye
el estiércol de la siguiente manera: lleva la mitad al campo donde vayas a
sembrar el forraje y, si hay allí olivos, hazles al tiempo un alcorque y ponles
estiércol: después siembra el forraje. Añade una cuarta parte en torno de los
olivos con alcorque cuando más sea menester y cubre el estiércol con tierra.
Reserva otra cuarta parte para la pradera y cuando más necesidad haya, al
soplar el favonio, transpórtala con luna nueva”
Resulta realmente impresionante
el conocimiento tan amplio que en la antigüedad se tenía de los cuidados del
campo, del uso de los fertilizantes que la propia naturaleza nos proporciona,
abandonando todo aquello que pudiera perjudicar a los animales, a las personas
y a los propios cultivos.
Esto nos puede hacer reflexionar
un poco que quizás deberíamos aprender más de un pueblo cuya fuente principal de
economía era la agricultura y la ganadería y no pensar tanto en las ganancias
particulares y respetar los plazos que la propia naturaleza marca.
Plurimam salutem!