Cuando nos adentramos en las fuentes literarias antiguas nos llama la atención las numerosas líneas en las que se habla del consumo de vino y la manera de mezclar el vino con el agua, puesto que en los symposia griegos o convivia romanos, los comensales debían de ponerse de acuerdo en el número de cyathus de vino y agua se debía de mezclar, ya que se creía que beber vino puro producía la locura, al perder la cabeza y entrar en la ὕβρις.
A su vez, los brindis con vino puro no eran considerados dignos de los hombres. El vino puro se utilizaba para las libaciones a los dioses (Ateneo, El banquete de los eruditos, X, 426 b y ss): [...] Y más adelante llama ≪bebida escita≫ a la práctica de beber vino puro: !Ea otra vez! No sigamos así, entre estruendo y griterío, practicando la bebida escita junto al vino, sino bebiendo moderadamente entre hermosos himnos.[...]
Los lacedemonios dicen así mismo, según cuenta Heródoto en el libro sexto [VI 84], que su rey Cleomenes, a resultas de sus tratos con los escitas, se hizo también bebedor de vino puro y, como consecuencia del exceso de bebida, se volvió loco.
Y los propios laconios, cuando quieren beber una mezcla más pura, lo llaman episkythisai (hacerla escita). Cameleonte de Heraclea, por ejemplo, en su obra Sobre la embriaguez [DSA IX, fr. 10], escribe así al respecto: ≪Pues dicen los laconios que también el espartiata Cleomenes se volvió loco porque, de resultas de sus tratos con los escitas, aprendió a beber vino puro. Por eso cuando quieren beber una mezcla más pura dicen !Hazla escita!. Aqueo, por su parte, en el drama satírico Eton, presenta a los sátiros indignados por beber vino aguado y diciendo [TrGF 120, fr. 9]:
A— ¿No hay aquí mezclada demasiada parte del Aqueloo ?
B— !Pues ni lamerla le es lícito a nuestro linaje!
A— Sí que estaría bien celebrarlo *** beber con un escita
Por otro lado, los brindis de quienes beben vino puro no eran, según dice Teofrasto, en Sobre la embriaguez [fr. 570 d Fort.], una costumbre antigua, sino que en un principio el hacer libaciones se reservaba para los dioses, y el cótabo, para los amantes. En efecto, practicaban con asiduidad el cótabo, que es un juego siciliano, según lo ha dejado reflejado también Anacreonte de Teos [PMG 415]: Lanzando el siciliano cabo con el brazo doblado [...]
Ateneo, en su libro El banquete de los eruditos, X, 426 b y ss hace una completa exposición sobre este asunto. Comenta que muchas veces los presentes no se ponen de acuerdo con las cantidades, de manera que en su escrito nos describe diferentes combinaciones:
Mitad a mitad, tres de agua por una de vino, cuatro de agua por dos de vino, dos de agua y tres de vino, cinco de agua y dos o tres de vino, dos de agua y tres o cuatro de vino, tres de agua por cuatro de vino, incluso nos habla de la bebida “escita” que consiste en beber vino puro.
Leamos el interesante y curioso texto de Ateneo:
“Pues bien, unos reclamaban que se añadiese más vino; otros, que se mezclase mitad y mitad; y a esto alguien comentó que Arquipo ha dicho, en la segunda versión de su Anfitrion [PCG II, fr. 2]:
¿Quién de los dos, desgraciado, lo ha mezclado mitad y mitad?
Y Cratino, en El botellón [PCG IV, fr. 196]:
El que lleva una mezcla mitad y mitad. Yo, por mi parte, me derrito.
Así que todos estuvieron de acuerdo en hablar sobre las mezclas de vino en los autores antiguos. Y después que alguien mencionó que Menandro dice, en El héroe [fr. 4 Sand.]:
Un congio de vino mezclado. Cógelo y bébetelo, tomó la palabra Demócrito: “Hesíodo, compañeros, aconseja [Trabajos y Días 596]: Verter tres partes de agua y echar la cuarta de vino.
Por eso dice también Anaxilas, en Nereo [PCG II, fr. 23]:
Sin embargo, sí que es mucho más agradable. Que jamás me bebería tres partes de agua y una sola de vino.
Alexis, a su vez, en La nodriza, recomienda hacer una mezcla todavía más moderada [PCG II, fr. 228]:
A— Mira, aquí hay vino. ¿No echo un ≪Triton≫?
B— Mucho mejor una y cuatro
A— Aguado me lo pones. Pero, bueno, apura esta copa, dime si hay alguna novedad y mantendremos nuestra charla mientras bebemos.
También Diocles, en Las abejas [PCG V, fr. 7]:
A— .¿Y en qué mezcla tengo que beber el vino?
B— Cuatro y dos.
Pues bien, esta última mezcla, que es contraria a la costumbre, inmediatamente trae a la memoria la repetida sentencia:
Bebe o cinco o tres, o al menos no cuatro, ya que dicen que hay que beber en proporción de dos partes a cinco, o de una a tres.
A propósito de esta mezcla dice el poeta Ion, en su obra Sobre Quios [FGrH 392, fr. 2], que el adivino había profetizado a Palamedes que la navegación sería favorable para los helenos si bebían un ciato en una mezcla de tres partes por una. No obstante, quienes bebían con más intensidad tomaban dos partes de vino por cinco de agua. Nicocares, por ejemplo, en La irreprochable, dice, jugando con el antropónimo [PCG VII, fr. 2]:
! Tú, Enomao, cinco y dos, salud!
!Ojala que nos hagamos tú y yo compañeros de bebida!
Algo muy parecido dice también en Las mujeres de Lemnos [PCG VII, fr. 16]. Amipsias, por su parte, en Los jugadores de cótabo [PCG II, fr. 4]:
Yo soy Dioniso para todos vosotros, cinco y dos.
Eupolis, en Las cabras [PCG V, fr. 6]: !Salud, Dioniso! ¿No habrá alguno cinco y dos?
Hermipo, en Los dioses [PCG Y , fr. 24]: Además, cuando bebemos o tenemos sed suplicamos al efecto: ≪! Conviértete, cuerno, en vino!≫.
Me lo llevo a casa del vinatero, bromeando al mismo tiempo, y al momento se ha convertido en un cinco y dos.
En cambio, en Anacreonte la mezcla es de una parte de vino por dos de agua [PMG 356]112: !Ea, traenos ya, muchacho, una copa, para brindar de un sorbo! Echa diez ciatos de agua, y cinco de vino, que quiero con comedimiento festejar de nuevo a Baco [...]
Pero visto que yo me he apartado del tema al tratar sobre las mezclas de vino entre los antiguos, retomaré el discurso, recordando lo dicho por el poeta lírico Alceo. En efecto, dice en alguna parte esté [fr. 346, 4]: Mezcla uno y dos, y sirve. Pues bien, en estos versos hay quienes consideran que el autor no se refiere a la mezcla, sino que, siendo un hombre moderado, bebía cada vez uno o dos ciatos de vino puro. [...]
De modo que, ¿cómo iba a ser moderado alguien tan aficionado a la bebida, y a beber uno o dos ciatos cada vez? Pues bien, el propio poema, afirma Seleuco [fr. 79 Muller], ofrece un testimonio en contra de quienes lo creen así. Dice, en efecto [fr. 346]: !Bebamos! ¿Por qué esperar a las lámparas? El día mide un dedo. Baja las copas grandes, querido, las pintadas, que el vino se lo ha dado el hijo de Sémele y Zeus a los hombres como medio de olvidar los males. Mezcla uno y dos, y sírvelas llenas hasta los bordes. Y que una copa empuje a la otra, ordenando explícitamente que se haga una mezcla en proporción de una parte a dos.
Anacreonte, a su vez, la pide aún más fuerte, en el pasaje en el que dice [PMG 409]: !Que se viertan en un vaso limpio cinco y tres!
Filetero, en cambio, en su Tereo, habla de dos partes de agua por tres de vino puro. Dice así [PCG VII, fr. 15]: Parece que ha bebido la mezcla de dos partes por tres de vino puro.
Y Ferécrates, en Coriano, de dos partes de agua por cuatro de vino, diciendo de este modo [PCG VII, fr. 76]:
A— Imbebible, Glice.
B— ¿Te lo ha puesto aguado?
A— Como que es todo agua.
B— ¿Qué has hecho? ¿Cómo se lo has servido, maldita? Dos de agua, mamaita.
B— ¿Y de vino que cuatro?
B— !Vete a los cuervos! !Para las ranas es para quienes [tienes que escanciar!
Efipo, por su parte, en Circe, menciona una mezcla de tres partes por cuatro [PCG V, fr. 11]:
A— Seria mucho más seguido que bebieses vino aguado.
B— !Por la Tierra, mejor tres y cuatro!
A— .¿Así de puro, dime, te lo vas a beber?
B— ¿Qué tienes que decir?
Y otra, mitad y mitad, Timocles, en Conisalo [PCG VII, fr. 22]:
Te voy a dar con unos vasos grandes mezclados mitad y mitad, para que digas toda la verdad.
También Alexis, en Dorcis o La que silba [PCG II, fr. 59]:
¡Yo bebo a vuestra salud tres copas llenas, mezcladas mitad y mitad!
Jenarco, o Timocles, en su Púrpura:
!Por Dioniso, al que tu sorbes mitad y mitad!
Y Sofilo, en El puñal [PCG VII, fr. 4]:
Se ofrecía continuamente vino puro, mitad y mitad. Otra vez pedían la más grande.
Alexis, en El usurero o El falsario [PCG II, fr. 232]:
A— No se lo des totalmente aguado, ¿entiendes? Apenas mitad y mitad. Trife— Está bien.
B— !Si que es buena, la bebida! ¿De dónde es el bromio?
Trife— De Tasos.
B— Igualitario y justo es que los extranjeros beban vino extranjero, y los nativos, el del país.
Y en El ilegitimo [PCG II, fr. 246, 3-4]143:
Bebiéndolo sin respirar, tan placenteramente como uno se lo tomaría mezclado mitad y mitad.
Menandro, en Los hermanos [PCG V I2, fr. 2]:
Uno pedía a gritos que se echaran ocho ciatos y doce, hasta que lo ≪sacudió≫, picado de honor.
Empleaban el verbo ≪sacudir≫ (kataseiein) respecto a quienes proponían brindis en los banquetes, tomando la metáfora de quienes sacuden los frutos de los árboles. Alexis, en La mutilada [PCG II, fr. 21]: No era, en efecto, un presidente del banquete, sino un verdugo, ese Quereas, proponiendo un brindis de veinte ciatos.
Y Diodoro de Sinope, en La tañedora de ≪aulos≫ [PCG V, fr. 1]: Cuando uno se bebe diez ciatos, Criton, con cada vaso que persevera en tomarse de ahí en adelante, vomita sus pensamientos. Fíjate, y aplícatelo.
Nos comenta que en Atenas se vendía el vino ya mezclado para evitar futuras borracheras: [...] En otro orden de cosas, no careció de gracia el espartiata Lisandro, según cuenta Hegesandro en sus Comentarios [FHG IV, fr. 22, pag. 417], cierta vez que andaban vendiendo el vino aguado los vinateros en su campamento, y les ordenó venderlo ya mezclado, para que tuvieran que comerciar con el más puro. Algo muy semejante dice también Alexis, en Esopo, de este modo [PCG II, fr. 9]:
A— Sí que es refinada esta costumbre vuestra, Solón, en Atenas, y hábilmente imaginada.
Solón— ¿A cuál te refieres?
A— En los banquetes no bebéis vino puro.
So.— Es que no es fácil, porque lo venden en las carretas ya mezclado, no para sacar provecho alguno, sino pensando en los compradores, en que conserven la cabeza sana después de una borrachera. Ese es, ¿lo ves?, el modo heleno de beber: charlar de algo usando los vasos con moderación, y decirse tonterías placenteramente.
Que lo otro es un baño, no un festín, eso de beber en enfriaderas y cántaros.
A— La muerte, en efecto.
Esta costumbre de acordar la cantidad de vino y agua a mezclar fue tomada también en el mundo romano, de manera que en los banquetes durante la comissatio o bacanal, se nombraba un magister bibendi, arbiter bibendi o rex bibendi que decidía la combinación final.
Este maestro de ceremonias en la mayoría de las ocasiones era el anfitrión del banquete que era prudente y no derrochaba la bebida, pero podía ceder su puesto a uno de los invitados que debía ser una persona sensata, aunque en algunas ocasiones los dados podían decidir esta función, evidentemente, con gran riesgo para los comensales, si no era una persona moderada.
Este arbiter, tendría el mismo papel que el symposiarca griego y su papel era primordial para que la fiesta fluyera con normalidad, impidiendo los excesos y la embriaguez. Él decidía los vinos, la proporción de la mezcla, las normas y el orden a la hora de comenzar a beber, e incluso, cómo brindar.
Para terminar, sería interesante comentar que este hábito de beber con control es un buen consejo.
Plurimam salutem!