Retomamos de nuevo las publicaciones centrándonos de nuevo en el mundo de las ostras. Ya hablamos hace tiempo de sus características, características, pero en esta ocasión comentaremos su procedencia.
Son muchas las referencias sobre el origen de las
ostras y sus diversas procedencias. Veamos qué nos cuentan las fuentes clásicas.
En Ateneo, III, 89 e leemos que nacen en el fango: “De nuevo es Aristóteles quien dice [Hist, de los
anim. 547b 18]: ≪Todos
los moluscos nacen en el cieno; en terreno fangoso, las ostras; en
terreno arenoso, las almejas y los ya citados”
Pero son muchas las ciudades que se disputan las mejores ostras del mundo, como El Ponto, Bibraga, Abido, Lucrino, etc:
Plinio, HN XXXII, 21 (6)hace una mención completísima de las diversas procedencias: “Las ostras son mucho mejores cuando son trasladadas a nuevas aguas; así, por ejemplo, se cree que las ostras de Brundisium, cuando se alimentan en las aguas del Averno, conservan sus propios jugos nativos y adquieren el sabor de los del lago Lucrinus. Esto en cuanto a la carne de la ostra; Pasaremos ahora a los diversos países que la producen, para que ninguna costa quede privada de los honores que le corresponden. Pero al dar esta descripción transcribimos las palabras de un escritor que ha demostrado más cuidadoso discernimiento al tratar este tema que cualquiera de los otros autores de nuestros días. Estas son, pues, las palabras de Mucianus, refiriéndose a la ostra: "Las ostras de Cyzicus son más grandes que las del lago Lucrinus, más frescas que las de las costas británicas, más dulces que las de Medulæ, más sabrosas que los de Éfeso, más gordas que los de Lucus, menos viscosos que las de Corifas, más delicadas que los de Istria, y más blancas que los de Circeii. Con todo esto, sin embargo, es un hecho bien comprobado que no hay ostras más frescas ni más delicadas que las de Circeii. Según los historiadores de la expedición de Alejandro, en el Mar de la India se encontraron ostras de un pie de diámetro: también conocemos la nomenclatura que algún derrochador y goloso dio a ciertas ostras el nombre de "tridacna", entendiéndose por ello que son tan grandes que se requieren tres bocados para comerlas”
No sólo Plinio habla de ellos, sino que son muchos los autores que hacen referencia a la procedencia:
Avieno, Descripción del orbe terrestre, 120: “Siguen igualmente serpenteando las aguas azuladas de
este dilatado mar, en cuyo caprichoso oleaje se baña la isla de Cimo, que
abre al oleaje su amplio litoral rico en ostras”
Poesía Helénica Menor, 56: “Arquestrato
en su Gastronomia dice: Grandes peces lima Eno tiene y ostras Abido,
cangrejos Pario y vieiras Mitilene. En el estrecho Mesenio probarás el
portentoso mejillón y en Éfeso lapas en modo alguno malas, en Calcedón las
ostras”
Plinio, HN, 52: “Muchos animales acuáticos pasan el verano en la
Propóntide y no entran en el Ponto; escasean los moluscos, aunque abundan
las ostras*. Todos pasan el invierno en el Egeo”
También nos habla de Bibraga en HN VI, 23: “Después de pasar estas islas llegamos a Crocala,
veinte millas de ancho, y luego, a doce millas de distancia, a Bibraga,
donde abundan las ostras y otros peces campana”
Apuleyo, Apología, 39, 3 también habla de las
ostras de Abido: “Quinto Ennio escribió una Gastronomía
en verso; en ella había incontables especies de peces, que sin duda había
conocido gracias a un estudio concienzudo. Recuerdo unos cuantos versos; voy a
recitarlos: la comadreja marina de Clupea aventaja a todas; en Eno hay muchos
mejillones-, en Abido abundan las rugosas ostras”
La misma procedencia leemos en otros autores:
Columela, XI, I: “El Estrecho de Abydos, abundante en ostras”
Clemente de Alejandría, El pedagogo, II, 3: “Yo siento piedad por esta enfermedad, pero ellos no
se avergüenzan de celebrar su glotonería. Su preocupación se centra en las
murenas del estrecho de Sicilia, en las anguilas del Meandro, en los cabritos
de Melos, en los mújoles de Esciato, en los crustáceos del cabo Peloro, en
las ostras de Abidos”
Ennio, Fragmentos, gastronomía, 3 4 -4 4
Apuleyo, Apología XXXIX 39, 2-4: “De
la misma forma que destaca entre todos la doncella de Clipea; hay mejillones en
Eno y muchas ostras rugosas en Abido, la vieira se da en Mitilene y en
Cáradro de Ambracia”
Ateneo, III, 92 d: “También
Arquestrato, en su Gastronomía dice [Suppl. Hell, fr. 187]: Eno tiene los
grandes mejillones; Abido, las ostras; Pario, los santiaguinos, y
Mitilene, las vieiras”
Virgilio, Geórgicas, I, 205: “También debemos observar la constelación de Arturo y
la época de las Cabrillas y la resplandeciente Serpiente, no de otro modo que
los que son llevados a su patria a través de borrascosos mares acechan el Ponto
Euxino y las bocas de Abidos, productor de ostras”
Lucano, Sátira IV, 140 habla de las ostras
procedentes de Circe y Lucrino, en la costa de Campania y las de la costa
meridional de Inglaterra en Rutupia: “En
mis tiempos nadie fue mejor que él en el arte del bien comer: era hábil en
decir al primer bocado si las ostras provenían de Circe, de los escollos de
Lucrino o de las hondonadas de Rutupia”
Estrabón, Geografía, IV, 8 hace referencia a un
curioso estanque: “Más allá de la desembocadura del
Ródano hay una laguna marina a la que llaman Estanque del Estómago.
Posee gran variedad de ostras y es muy rica en peces”
Juvenal, Sátiras, IV, 142: “En
mis tiempos nadie fue mejor que el en el arte del bien comer: era hábil
en decir al primer bocado si las ostras provenían de Circe, de los
escollos de Lucrino o de las hondonadas de Rutupia; asi que lo veia, senalaba
de que playa era un erizo de mar”
Séneca, Cartas a Lucilio, IX, epist. 78, 23
también cita las ostras del lago Lucrino en el golfo de Cumas, junto al Averno:
“«¡Desdichado del enfermo!». ¿Por qué? ¿Por qué no
deslía la nieve con el vino?, ¿por qué el frescor de su bebida, cuya mezcla
realizó en amplia copa, no lo renueva echando en ella un pedazo de hielo?, ¿por
qué sobre la misma mesa no le abren las ostras del Lucrino?
Marcial, Epig. III, 60: “¿Por qué no me dan la misma cena que te dan a ti? Tú
te comes ostras alimentadas en el lago Lucrino; yo chupo un mejillón en
cuya concha hinco mis dientes (...)”
Poesía epigráfica latina, 1318: “Dedicada
a los manes de G. Domicio Primo: Yo, ese renombradísimo Primo, estoy en esta
tumba; me alimenté a base de ostras del lago Lucrino '', bebí a menudo
el vino de Falerno, envejecieron conmigo a lo largo de los años los placeres de
los baños, los vinos y los amores. Si he tenido algún poder aquí, que la tierra
me sea ligera. Y sin embargo aquí, junto a los manes, el ave Fénix vela por mí
en el ara y se apresura a renacer junto conmigo”
Horacio, Épodos, 2, 51: “Entonces no han de placerme más las ostras del
Lucrino, ni el rodaballo o los escaros, si es que alguno hacia este mar
desvía el temporal que truena en las olas del Oriente”
Séneca, Epístolas morales a Lucilio, IX, 78, 23: “¿porque sobre la misma mesa no le abren las ostras del Lucrino?”
Petronio, Satiricón, CXIX, 30: “El escaro que vive en el fondo del mar de Sicilia se
sirve vivo en la mesa; y las ostras extraídas a orillas del lago Lucrino
realzan nuestras cenas y renuevan el apetito a expensas del bolsillo”
Marcial, Epig. XIII, 82: “Concha ebria, vine hace poco del lago Lucrino de
Rayas; ahora ansiosa de lujo, tengo sed de la noble salsa de garo”.
Ausonio, Epístolas, 23, 90: “Mas tu casa está al otro lado de los Alpes y de la
marmórea Pirene, en Zaragoza, cerca de la tirrena Tarragona y al lado del
mar barcelonés que produce ostras”
Estrabón, Geografía, V, 6: “El golfo Lucrino se abre hasta Bayas, separado del mar abierto por un montículo de unos ocho estadios de largo y con una anchura similar a la de un camino de carros, el cual, se dice, que lo amontonó Heracles cuándo estaba llevándose las vacas de Gerión. Como las olas cubrían su superficie en momentos de tempestad, de suerte que difícilmente se podía transitar a pie, Agripa aumentó su altura. A pesar de que permite la entrada a barcos ligeros, resulta inutilizable para anclar barcos, pero muy generoso para la captura de ostras”
También comenta las procedentes de Gaurana. Lucano, Sátira,
VIII, 85: “El que merece morir ya es un muerto,
aunque se tome en su cena cien ostras de Gaurana y se sumerja en una
caldera llena de perfumes de Cosmos”
Juvenal, Sátiras, VIII, 85: “El que merece morir ya es un muerto, aunque se tome en
su cena cien ostras de Gaurana y se sumerja en una caldera llena de
perfumes de Cosmos”
Eran bien conocidas y afamadas las procedentes de
Bayas. Lucano, Sátira, XI, 50: “Casi
siempre la gradación es así: en Roma y delante de los acreedores se comen el
dinero prestado; luego, cuando les queda no sé qué, casi nada, y el prestamista
ya se pone pálido, cambian de aires y corren hacia Bayas y sus ostras pues
hoy hacer bancarrota es menos vergonzoso que trasladarse al Esquilmo desde el
bochornoso barrio de la Subura”
Juvenal, Sátiras, XI, 49: “y el prestamista ya se pone palido, cambian de aires
y corren hacia Bayas y sus ostras”
Estrabón, Geografía, III, 7: “Mas, con ser tan rico el interior de Turdetania,
podría hallarse su rival en la región costera, por los bienes procedentes del
mar porque todas las ostras y almejas destacan en general por su cantidad y
tamaño en todo el Mar Exterior, pero más que nada allí debido a que en esa
zona las pleamares y bajamares son mayores, las cuales son, verosímilmente, las
causantes de su número y su tamaño gracias al ejercicio a que las someten”
Priapeos, 75: “Las
mujeres de Henna festejan a Ceres; Cícico, abundante en ostras, a la
diosa raptada; a la hermosa Venus, Cnido y Pafos.”
Horacio, Sátiras, II, 4, 30: “Las lunas nacientes engordan a los escurridizos
moluscos, pero no todo mar es fértil en mariscos de buena raza: mejor que la
cañadilla de Bayas es el ostión del Lucrino; en Circeyos se crían las ostras
y los erizos en el cabo Miseno; de sus anchos peines de mar se jacta la muelle
Tarento”
Ausonio, Epístolas, 3: “A Paulo: “Te las voy a enumerar, no obstante, de acuerdo con su
fama y los testimonios siempre diferentes según los gustos de los que las han
probado. Para mí, la más rica de todas es la que cría el océano de los
médulos, cuyo aprecio ha llevado hasta las mesas de los Césares el nombre
de Burdeos, y es ensalzada con no menos gloria que nuestro vino. Éstas merecen
de entre todas la palma primera, a larga distancia de las demás; muy
delicadas y tocadas de una pizca de sal, mezclan el jugo de su grasienta
entraña, blanco como la nieve y dulce, con su sabor marino. Aunque
van detrás de ellas, están a gran distancia las de Marsella que cría Narbona
cerca del puerto de Venus, y las que sin necesitar cultivo las protege el
mar del helespontíaco Abidos, o las que cuelgan flotando en los postes de
Bayas, las que cubre el Mar Santónico, las que conocen los de Gela, o las que
protege la corriente de Évora que se mezcla con el océano, de modo que
yacen recubiertas de algas en buenos escondrijos: son ásperas de valvas, más
dulces, de carne grasa. Y hay quienes alaban las ostras del Mar
Armoricano, y las que recoge el habitante de la costa pictónica, y las que
en alguna ocasión destapa admirables la marea de Caledonia. Luego van
las que alaba una fama reciente, nacidas bajo el litoral de Bizancio y en la
dura costa de la Propóntide, célebres por el nombre del general Promoto”
Filostrato, Vida de Apolonio, III, 53: “Se refiere también a una isla pequeña, cuyo nombre es
Biblos, en la que, tanto el tamaño del caracol, como los mejillones,
ostras y cosas por el estilo que se hallan adheridos a las rocas, son de
dimensiones diez veces mayores que los griegos. Se coge también allí en una
valva blanca una piedra, la perla, que ocupa en la ostra el lugar del corazón”
Es curioso leer en Arriano, la presencia de este
molusco cuando describe La India. Veamos qué nos cuenta este autor de la Anábasis
de Alejandro Magno, VIII: La
India, 21, 13: “Allí estuvieron fondeados veinticuatro días, durante los
cuales los hombres de Nearco se dedicaron a pescar mejillones, ostras y las
llamadas navajas; enormes todos ellos de tamaño, si los comparamos con los
que se hallan en nuestras playas”
Arriano, Anábasis de Alejandro Magno, VIII: La
India, 22, 10: “Al otro lado del puerto se alzaba una
isla de considerable altura, desierta, en la que pudieron coger todo tipo de
ostras y peces”
Arriano, Anábasis de Alejandro Magno, VIII: La
India, 29, 14: “Cogen, igualmente, en abundancia
cangrejos, ostras y almejas”
Como hemos podido comprobar son muchas las diferentes procedencias de las ostras, hecho totalmente justificado por las excelentes aguas que bañan el mundo grecorromano.
Plurimam salutem!!